sábado, 25 de junio de 2011

Equipaje 1

Son muchos los consejos que va dando la gente que en algún momento se ha movido por India. Cuando salgo de viaje voy ligera de equipaje, en esta ocasión me despista el tema de tener que trabajar, tengo que pensar un poco más lo que llevo aunque sea porque posiblemente mi indumentaria pueda ser no recomendada allí y pienso que debo cargar con más cosas de lo que me gustaría, así que en estos momentos mi casa parece un mercadillo de lo usado, creo que es la primera vez que veo tanta ropa y especialmente tanto medicamento junto. No puedo dejar de pensar en la pobreza de la gente que encontraré allí y esa maleta que voy cargando me resulta ostentosa aunque su contenido carezca de valor como tal aquí.


Creo que tampoco hay algo importante que se me pueda olvidar pero una vez dentro de la cama cuando me acuesto se me ocurren bobadas, como esta noche que pensaba que a lo mejor no encontraba una cuerda fácilmente allí para poder colgar la ropa de la lavadora en algún lugar... Obvia decir que a la mañana siguiente esas ideas me parecen absurdas, algún objeto encontraré para poder hacerlo, porque lo he hecho otras veces, ¿justo allí donde más falta me harán dejaré de tener recursos? Espero que no.... que mi mente se abra y salir de cualquier situación. Las chicas somos así, muchos chicos también.


Estoy tan ilusionada con el viaje que a veces pienso también que dejo de pensar en cosas que realmente pueda necesitar. Lo sé, hay que cambiar el chip, ellos sobreviven con nada pero estupideces como... ¿tengo que ser sincera? Sí, lo haré, total todos sois conocidos, por lo menos para avisar a tiempo  y que otra en mi lugar no cometa las mismas tonterías después, porque si de algo estoy segura es de estar cometiendo muchas estupideces. La cera, cómo no voy a llevar ni una cajita, y si no encuentro un lugar para depilarme allí? Es más, me llevo más de una cajita y más de dos... También la silk epil, sí. Realmente podría llevar alguna cuchilla y me quitaba una cosa que llevar, pero es que también llevo, y me parece tan absurdo pensar en eso cuando voy a donde voy... Si fuera de vacaciones lo evitaría pero tenemos, perdón, tengo demasiados prejuicios. Lo mismo ocurre con tampax... compresas... me dijeron que allí los podía encontrar de peor calidad... La gente sobrevive a esas cosas allí, y yo... las llevo. Me acabaré odiando a mi misma si sigo así.

martes, 21 de junio de 2011

Primer día desde la azotea

Todo comienza ante la expectativa de un cambio, vivir en una nueva ciudad, Nueva Delhi, porque no había encontrado gran número de blogs en español cuando me puse a buscar información, y tal vez más adelante si soy capaz de dedicarle un poquito de tiempo, pueda alguna entrada ayudar a otr@s.

Se avecina un cambio de trabajo y de ciudad, fascinante. No es la primera vez, pero sí la primera que sé que viviré algo que probablemente me impactará tal vez por la dureza de la que toda la gente te habla sobre la vida en ese territorio inmenso tan distinto de otras cosas que haya podido vivir, los olores, la pobreza, la falta de ciertas comodidades, una cultura tan distinta... Tengo fe en que mi cuerpo y mi mente se adapten y pueda vivirlo intensamente.

Estos días en los que se empieza a acercar la fecha de partir reparo en pequeños gestos diarios como pueda ser comer una fruta. Ahora soy consciente cuando cojo una manzana o una pera, delicadamente la lavo  y la como a pequeños mordiscos, saboreando cada bocado. Todo porque sé que en breve allí no lo haré. Que además de lavarla, tal vez  use algún producto para desinfectarla, la pelaré y por el hecho de no tener el mismo encanto probablemente la trocearé antes de introducírmela en la boca.

Esta planta me ha acompañado casi desde el primer día en mi antiguo puesto de trabajo. Fue un regalo y curiosamente nunca dejó de tener flores. Había tenido varias pretendientas cuando hacían visitas por aquel despacho, siempre solían ofrecerle a Orquídea algún halago, así que me costó elegir quien pudiera cuidarla. Finalmente me decidí por la que me pareció que más se alegraba de verla cada día, por esa fidelidad que Orquídea me había guardado durante todas esas largas jornadas de trabajo y tantos guiños de ojo y sonrisas me había devuelto.