miércoles, 26 de octubre de 2011

Lanzándose a por la llamada

Una cosa que aquí me llama mucho la atención desde que llegué es el estar siempre rodeada de un montón de indios hablando al mismo tiempo por sus móviles.  Desde el mismo momento en el que cruzo la puerta para integrarme en esa vida cotidiana cada día, echando un ojo al primer indio que me cruzo, diría que el móvil es su objeto más preciado . No concibo la idea de un indio sin móvil, todos se pasan el día escribiendo mensajes o con el teléfono a la oreja. 

A mi la impresión que me da, es que en este país cobran más por esas décimas de segundo desde que suena el teléfono hasta que lo cogen que por el tiempo que después pasen hablando, no encuentro otra explicación a este fenómeno que sufre la mayoría de ellos. Es una carrera continua. No da tiempo a que dé un tono de llamada que ya están con él en la oreja. No es que los lleven en el pantalón para cogerlo rápido en cuanto comiencen a vibrar,  o que los lleven con una cinta colgada al cuello, ni muchísimo menos dentro de un bolso... -Madre mía, qué suplicio hasta que lo encontraran les podría dar un ataque cardiaco como poco- Los llevan en la mano. Y me atrevo a decir más, lo transportan con el dedo pulgar en el botón verde para descolgar en cuanto se encienda lo más mínimo, antes de que suene y si es posible se adelantarán a cogerlo porque hay llamadas que parecen intuir.


Muestra móviles en la mano


Creo que pueden verse gravemente afectados por gente como yo. Si lo escucho mientras abro el bolso,  ellos me miran con los ojos de par en par como diciendo "¡La perderás, loca!". O si estoy en algún recinto cerrado con alguien que me esté atendiendo y quizás por respeto no lo cojo, observo cómo sus caras se van transformando en señal de alarma, incluida la de mi interlocutor.
En los aviones son tremendos, no desconectan los móviles. Estoy comprobando con ellos que quizás no tenga la importancia que nos han inculcado en Europa o América, y que no por el hecho de que un aparato, o mil en este caso, estén encendidos vaya a ocurrir una catástrofe. Aunque quizás por venir de la cultura de la que vengo, me darían ganas de ir repartiendo tortazos a diestro y siniestro en señal de desahogo por el avión cuando veo que no los apagan.

Se reciben decenas de mensajes y llamadas de publicidad al día, son muy pesados. Emplean un marketing muy directo, para mi gusto excesivo y muy agresivo.

Cuando siento que para alguien es muy importante algo a lo que yo no le veo esa importancia, me gusta fantasear con ideas malignas. Por ejemplo aquí me gusta pensar en un par de días sin móvil jejeje ¿qué harían, sobrevivirían? ¿se enfadarían con el mundo o descubrirían que también pueden prescindir de ellos en ocasiones?

Da igual lo pobres que sean -y esto no lo digo porque no tuvieran derecho a tenerlo, sino cómo se da esa paradoja de que no puedan llevarse un día algo a la boca pero sí dispongan de teléfono, también nosotros estamos sobrealimentados y podría chocarles a ellos-. Los señores que van vendiendo frutas con sus carritos tienen su móvil, y muchas de las señoras de las casas de alrededor les llamarán para que les preparen sus pedidos y se los suban a casa. Los conductores de rickshaws, tanto de motor como de bici, tienen móvil, cualquier conductor va siempre pendiente de sus mensajes y sus llamadas. Muchas personas tienen más de uno, también muchos de nosotros en occidente, sí, pero no llevamos ambos tan tan tan a mano con esa predisposición de tirarse a él en cuanto suena.

Tienen miles de sintonías diferentes de llamada, la mayoría muy bollywoodienses. Curioso que se molesten en buscar algunas melodías originales si no dan casi opción a escucharlas cuando les llaman para hacerlas sonar.

Me pregunto cómo se apañarán en la ducha, porque segura estoy de que sus móviles en esos momentos también van con ellos. Por supuesto siempre encendidos y con sonido,en sitios como el cine, también los he observado en algún acto literario... da igual que el aforo sea considerable o sea reducido, los atienden con total naturalidad, mientras me armo de valor tratando de mantener la calma asumiendo que debo aceptar una cultura distinta a la mía.
En el metro existen algunos asientos que tienen a mano algún enchufe, siempre están cargando los móviles en ellos, son sitios muy solicitados, si ven que ocupas uno y no aprovechas para encender el móvil, se sientan a tu lado aunque no haya sitio y se lanzan a por el enchufe no sin  antes lanzarte una mirada acusatoria, más que por estar ocupando el sitio por no estar usando el enchufe.