domingo, 22 de abril de 2012

Sus acabados, a nuestra vista sin acabar

Sí, son lo que nosotros calificaríamos de chapuzas cuando ellos podrían pensar que lo que son, es "detallistas". En las calles, en los locales, viviendas... ellos son así, es como si en esta ciudad se aprobase todo con un raspaíllo y sobretodo con mucha, mucha fe. Tenemos visiones distintas, no podemos llegar a encontrar una explicación lógica, sería inútil, no existe, miramos desde diferente prisma, distinto corazón y tantas cosas más.

A veces son pequeñas cosas que no tendrían consecuencia alguna, otras nos podrían a llegar a costar la vida.  Esa relatividad existente acá supera nuestra ficción. Como ejemplo la puerta de este hotel, ya acabado y en funcionamiento. Por el día, la puerta que ahora aparece en la primera foto cerrada y que viene del pasillo central con habitaciones a ambos lados, está abierta de par en par.


Altura de un segundo piso
Puertas sin barandillas

A quién va a hacer daño, por ejemplo, un objeto decorativo que se pone con la mejor de las intenciones. Y por qué no acabar de poner las cornisas que ya que se han decidido poner. Un día me sorprendió ver desde el espejo del baño mientras me secaba el pelo -pasa incluso después de meses, como si nunca acabases de ver todos esos detalles que te rodean en tu propia casa- que encima del armario de la habitación no había molduras, pero no me sorprendió porque el resto de la habitación careciera de ellas, sino porque solo faltaban encima del armario -aunque tampoco todo el armario en su extensión- como si se les hubieran acabado y no hubieran podido terminar de rematar. Y cuando digo rematar, es que incluso pareciera no haberlas cortado con una sierra o alguna herramienta que las dejase rectas, es que parecieran cortadas con los dientes. Amigas, la curiosidad me hizo pasarme habitación por habitación y he aquí las pruebas...

La primera en la que reparé





Vaya, en la segunda había ocurrido igual








Caramba, la tercera, ¡Premeditación!













Los agujeros, esos grandes aliados. Nos acompañan alrededor de enchufes, timbres, molduras, lámparas, ventiladores de techo... No he ahondado en el tema, todavía no sé si es dejadez o si podría tratarse de aquello a lo que achacan cada acontecimiento de su vida, el destino.

Los cableados bien visibles siempre, porque a veces son prácticos también, casualmente cuando era más práctico quizá no serlo. Os pongo una imagen de muestra del baño de un hotel.




En las calles pasa a lo bestia, y a veces los cables simplemente cuelgan ya directamente sobre ellas... y sin el plástico que lo recubre, es imposible saber cuáles sirven y cuáles están ya en desuso. A mi ya me han puesto dos para mi acceso a internet, para qué buscar la avería del primero pudiendo tirar un segundo cable y agujerear el marco de la ventana de madera por segunda vez. Cuando uno no funciona, te ponen otro sin molestarse siquiera en retirar el anterior con el fin de evitar hacer un segundo estropicio en la pared o en la ventana o donde ese día toque. El día que aquí se den cuenta de lo que pueden sacar con la venta del cobre como en Madrid será la guerra y entonces los cortes de luz no durarán unos minutos o unas horas, durarán la eternidad.

Otro ejemplo de hueco en el mismo cristal de la cocina:

Alucina ese gran tubo extractor (aunque no se aprecie bien el hueco del cristal)



O este otro que aprovecha el cable del aire acondicionado marcándose un buen tamaño de agujero para enganchar también la luz o viceversa -¿qué fue antes el huevo o la gallina?-:







El caso es que ellos quieren ser detallistas, y lo intentan pero... algo deben tener ahí dentro que hace que les cueste mantenerlo hasta el final. Pongamos un ejemplo, las mosquiteras a mi vista dejan de cumplir el objetivo que tienen y es así como pasan a ser un mero objeto decorativo más, una pena con la calidad de esa madera.
Ventana mal ajustada, imposible de cerrar

Si hay algo que intuyo que les pueda gustar mucho a los indios, además de los agujeros, son sus primas hermanas, las ranuras.

Este es el hueco de la puerta de entrada a casa. Para muestra cabe una guía de unas 300 páginas (otro hueco puede verse en el lado izquierdo, junto al marco, si es que no tienen fin...)

Vamos que hay que embadurnarse de crema contra los mosquitos fuera y dentro de casa porque aunque tengas miles de elementos dentro de casa para evitarlos la realidad hace que puedan entrar por cualquier parte. Yo ya estoy acostumbrada al olor y a la pegajosidad del repelente en cuanto empieza la temporada, consciente de que aún así alguno me picará.


Que no cunda el pánico y si venís a hacerme una visita estad tranquilas, si existiera algún mosquito, ese mosquito me picará a mi, no lo dudéis, tened fe, por experiencia os diré que soy su destino.