martes, 31 de julio de 2012

Una carrera que se hizo realidad en un día SIN VERGÜENZA


Desde niña siento impulsos de probar pequeñas cosas que aunque al alcance de la mano de todos, algunas veces víctima de la timidez, como que una tuviera que permanecer a la espera del momento justo para disfrutarlas. Por fortuna todo finalmente llega, no hay nada como desearlo y hacer ese momento realmente tuyo. Gracias a ello también puedo percibir perfectamente la existencia de días en los que una se levanta sin vergüenza, y qué queréis que os diga, es lo que más me gusta en este mundo, tener días así, días SIN VERGÜENZA.


En India como que apetece hacer más cosas -y con tantos millones de habitantes estamos como para perder la ocasión-, aunque algunas veces la inhibición se hace tu fiel amiga y no se te separa ni a sol... ...ni a sol, aquí si existe la sombra todavía no he dado con ella, la mayoría de los lugares en India, arden, que no os cuenten milongas.

En la celebración de Dusshera del año pasado surgió uno de esos días... -Llegó el momento esperado por todos, sí, claro que sabéis continuar la frase- SIN VERGÜENZA, -Si lo cogéis al vuelo, os conoceré yo- en la que estaba sola y había tanto ambiente en la calle, que necesitaba salir y participar como el resto. Bailé, me reí, charlé con unos pocos lugareños y además me veía con tanto ánimo que sentí la necesidad de hacer alguna llamada para compartir con alguien más un momento tan emocionante. Todavía me acuerdo entre tanta música y tanto jolgorio, de un chavalín que iba con su padre recogiendo botellas de plástico. Me cuesta evitar algunos cruces de miradas con tanta vida de fondo y me parecía un día de celebración para todos, nos hicimos cómplices en seguida, por un momento transformamos ese trabajo duro en una especie de juego. El padre o la persona que lo acompañaba llevaba un brazo vendado y tiraba como podía del carro que transportaba con la ayuda del chaval, había muchas botellas que iban quedando por los suelos, entonces aunque para él no lo era en absoluto y era la manera de ganarse la vida, me puse a recoger botellas con él como jugando a ver quién de los dos iba más rápido o era capaz de llevar más botellas en las manos. Cuando hacía que iba a llegar yo antes a tirarlas al saco se partía de risa, recuerdo el brillo de sus ojos casi cegados por el cansancio. Cuando fueron quedando menos botellas y entre canción y canción que sonaba por aquellos estrepitosos bafles, si divisaba alguna, le miraba y moviéndome al ritmo de la música rápido  entre la gente me hacía hueco, alargaba la pierna para acercar alguna y se la señalaba con los ojos mientras él corría como una lagartija a cogerla por el pequeño espacio que nos habían dejado. No le cambias la vida pero puede que aquí esos momentos se agradezcan también por la otra parte, no deseo pensarlo para mi, desearía que fuera así por ellos aunque no lo recuerden nunca más, solo el haber vivido ese rato como algo que le ha hecho salir de esa dura rutina.


Desde que ando por aquí algo que me iba apeteciendo era llevar un ciclorickshaw, por darme una vuelta y por llegar a ver la reacción del rickshero, ese paso de llevar siempre carga a ir en el asiento trasero para otra cosa que no sea dormir o esperar a que salga algún cliente.


Al abrir los ojos esa mañana sabía que me había despertado SIN VERGÜENZA, no sinvergüenza que es otra cosa y aunque pueda haber deseos alguna vez de esos, no era el caso del otro día. Iba muy atenta a todo lo que pasaba a esas horas por la calle, es cuando empieza a crearse la emoción del nuevo día, hay mucho movimiento en la calle pero no llegaba yo a encontrar el momento de explayarme hasta que salí del gimnasio. Ese subidón que tienes a esas horas en el gym en el que llegan a faltarte las ganas de salir sabiendo que ha llegado la hora porque tienes un deber con el que cumplir, el trabajo. Fue salir a la calle, dar un par de pasos y encontrarme un rickshero que estaba tratando de aparcar el triciclo, lo movía hacia adelante, hacia atrás, no parecía encontrar el hueco justo. Era jovencito, y como estaba yo cachonda y crecidita, empecé a hablarle con gestos como hacen ellos. Primero subí la cabeza con un movimiento que traducido sería algo así como un "Eh,tú", seguido del de ellos favorito, movimiento caída corta de cuello lateral al hombro y hacia adelante que señalaba el asiento de atrás que bien podría ser traducido como un... "Venga, súbete ahí". Nos mirábamos a la cara, y él contesta moviendo la cabeza de lado a lado, como yendo a tocarse un hombro sin tocarlo y al otro como un par de veces. Qué complicado, yo podría aventurarme a leer ahí un "No" pero a la vez me decía, no creo que me haya entendido a la primera, porque por mucho que yo quiera hacerme entender, ellos sí tienen códigos que yo no llego a comprender o a los que aplico una traducción propia. No importa, hoy tengo tiempo me dije,  esto tiene que quedar clarito, porque no me va a robar la idea del día, que me he levantado SIN VERGÜENZA y esto no pasa todos los días. Vuelta a empezar. Levantamiento de cabeza, señalo con la cabeza el asiento de atrás y con el dedo índice sin apuntar con mala leche le señalo a él y seguidamente el asiento de atrás, a lo que sube y baja agachando la cabeza hacia adelante en señal de "¿eh?" Eso ya me indicaba que empezaba a funcionar nuestra relación. Luego me vio que cogía al manillar, dominando la situación haciendo por ocupar el sillín. Allí él se sentó muy amablemente atrás y parecía seguir asintiendo a su forma y además ya sonriendo, parecía que le molaba la idea. Bajó de repente haciéndome creer que la explicación no había resultado ser tan sencilla como yo había creído. Me equivoqué, era para ayudarme y retirar una cuerdecita que tenía atada al freno y cogida al manillar que supongo que lo dejaba a modo de freno de mano para cuando descansaba que no se moviera.















Ahí empezó la acción, lo realmente divertido, la prueba de que los días SIN VERGÜENZA hay que disfrutarlos. Cauta dejé pasar autobuses, coches y demás para realizar la maniobra de cambio de dirección, él un poco nervioso ante lo que debía considerar mi actitud pasiva -yo creo porque ellos simplemente se lanzan- yo le miraba para transmitirle un "Tranquilo, conduzco yo. Todo bajo control ¡Agárrate!" Tres ruedas, das pedales... coño, ¿qué dificultad encontráis ahí? Aparentemente ninguna, ¿no? pues lo mismo que yo. Fue subirme y darme impulso con una pedalada, y yo que dirigía el manillar apuntando con la rueda delantera al frente veo que la reacción de la bici era de tirar para la derecha, comprenderéis que había cuanto menos para preocuparme porque me estaba yendo hacia el centro de la calzada con todos los vehículos varios que pasaban por todas partes pitando, y como eran pocos... los autobuses, los carros, las motos, los autorickshaws con motor, las bicis, la gente, los perros... Me sentía llevando uno de esos carritos del super que van siempre hacia un lado y en los que tú en vez empujar hacia adelante acabas empujando para el lado contrario para tratar de que el carro tire para el frente. Igual, ahí estaba mi ciclo, llevándome la contraria  y avanzando contra toda lógica donde yo no lo mandaba. Rápido traté de girar a la izquierda casi con un "manillarazo" para irme acercando a mi lado izquierdo, aún así la parte de atrás seguía tirando hacia la derecha, más que un triciclo unido parecía un trailer cuyo remolque cobrara vida propia. En fin, me fui dando cuenta que moviendo el manillar a derecha e izquierda a poquitos y de forma seguida iba tirando lo más recto posible. Síííí, le cogí el truco, en nada dominaba la situación, tanto que de vez en cuando frenaba un poco para preguntarle al de atrás si iba bien a lo que el tipo asentía. Qué ganas de tocar el timbre, ellos no paran mientras conducen y yo quería mostrarme profesional. Los que tiraban de carros miraban a veces, puede que ellos toquen los timbres a distinto ritmo y tengan su propio significado, a eso yo no había llegado pero sí que notaba que miraban, me miraban mucho y cuando parecía que iban a pasar de largo, me miraban, frenaban y miraban mejor a parte delantera y trasera del vehículo. Algunos se frenaban y se ponían al lado durante una parte del camino para ver si era cierto lo que veían. Pasaron varios autobuses y coches de esos hasta los topes de niños que van al cole,  graciosísimos, gritando solo sabe Dios qué, sacando sus cabecitas por las ventanillas y riéndose... Esas risas de los niños que nos alargan años de vida a los mayores. Con alguna gente yo trataba de no mirar porque aunque ese día era un día de los que me gustan una tiene esa gilipollez de emocionarse rápido y no me apetecía ponerme roja y esas cosas, no era de lo que se trataba. Pero ahí seguí, saludando a los niños de los buses y tocándoles el timbre, preguntando a mi chico de atrás si iba bien. Al llegar a mi destino, no paré justo al lado de casa, claro, el "landlord" podría morir de un ataque al corazón, parece un tío "importante", me quedé a una distancia prudencial mientras que la gente me rodeaba el ciclorickshaw y hablaban hindi entre ellos, por desgracia no les podía entender. Los niños se reían y los papás igual, ese día me parecían tan divertidas las risas de los mayores como las de los niños, actuaban del mismo modo, con inmensa naturalidad. Al llegar miré a todos y le dije al chavalín que 100 rupias por la carrera, él levantó la cara y haciendo que iba a pagar ante sorpresa de todos. Hasta que ya cuando saqué yo el dinero para dárselo teníamos a la gente totalmente entregada, parecía una obra de teatro ya ensayada. El chaval se portó fenomenal, era comiquísimo, son los momentos en los que piensas que no sabías que ibas a estar tanto tiempo y quizás deberías haber aprendido a decir algo en su lengua, una pena, solo pude despedirme haciendo una reverencia que desconozco si ellos llegaron a entender. Un gran día, debería institucionalizarse. Imaginaos que todos hicieran esto alguna vez, además de hacer ejercicio, no agotar al pobre que carga habitualmente con decenas de personas y bultos al día, y eso en un día de suerte porque en el fondo no podemos engañarnos y es su trabajo. Sería muy bonito, pasaríamos por ello y veríamos que no es algo tan sencillo, que deberíamos tratarles un poco mejor no como escoria. Gracias joven rickshero, podrías llegar a ser un buen actor estando en otro lugar.

____

La historia la he repetido con un hombre adulto. He comprobado que la cuerdecita del freno, es un clásico en las bicis, sirve para que no se les mueva una vez que aparcan, -para la próxima no lo olvido y lo retiraré yo solita-. El señor no ha sido cómico como resultó el anterior, primero sorprendido y sin querer ceder al primer intento, después un compañero charló con él, entiendo que diciéndole "es la loca del otro día, tú pasa, el pequeño contó que después le pagó la carrera igual". A lo cual, el señor mayor accedió. Él no participaba de la misma forma, más bien tenía una expresión de cierto... "no saber qué coño hago yo aquí" pero al acabar y rodeado de niños y padres de nuevo esperando a los buses escolares varios, sonreía tímidamente mientras le hacían preguntas como si fuese el héroe del día. Qué sensación más bonita para empezar la mañana. Estos tipos son muy grandes pero muchos aquí todavía no parecen haberlo descubierto.