domingo, 25 de marzo de 2012

Ese enemigo de todos llamado... taxímetro

Tan real como la vida misma. Quién no se ha subido en un taxi en alguna de esas ciudades como Barcelona, Madrid o Londres, de esas en las que al principio vas viendo anchas avenidas, cafés, tiendas, edificios maravillosos, parques... es tanto lo que disfrutas mirando, que en uno de esos movimientos de cuello en los que pasas de mirar por una ventanilla a mirar por la otra... adsñlkfj ladsjfl sañlkfj scxjieur de repente ves ese aparato que no deja de saltar numeritos ni parece tener fin. Es entonces cuando sales de ese sueño y dejas de disfrutar del paseo. De repente ese camino que has hecho decenas de veces hasta en bicicleta te parece inmenso y piensas que algo ha debido hacer el taxista cuando pensaba que andabas exorcizada. -¡Si hubiera querido hacer un tour me hubiera cogido un bus de esos de dos plantas!-. Todos los semáforos se ponen en rojo uno tras otro, como si él mismo los fuera cambiando con un mando a distancia con tó la mala leche del mundo. Al quinto semáforo que justo pasa al ámbar piensas -Como se pare... como se pare... Se paró. ¡Mamón!-. Y desearías hablarle mal y decirle que se acabó, que tome el dinero de su carrera que ya corres tú más a pie. Adiós muy buenas. Pero nunca lo haces, siempre crees"Lo mismo no llega a..." y probablemente acabe superando esa cifra y más. Y no solo eso, además le mirarás con una sonrisa de oreja a oreja mientras le pagas  lo que marca y le das las gracias aunque según cierras la puerta pienses que eres muy boba y no volverás a coger un taxi por el centro.

¿Qué os preguntáis, que si me he cambiado de ciudad? No, todavía sigo en Nueva Delhi. ¿Y sabéis qué? Aquí también hay taxistas. Aquí además solo hay taxistas hombres. Y hay taxis tremendamente destartalados. Y esos taxis destartalados tienen taxímetros. A ver si encontráis en esta fotografía dónde puede estar el taxímetro.

Evitando el estrés con un trapito rosa

Este método de relajación lo debió inventar alguno que se ponía malo como yo cuando un taxímetro empieza a correr y decidió hacer como si no existiera, como si no fuera con él, que la clienta no dejase de disfrutar del paseo o de pensar en esa maravillosa cita que le espera después. Es tanta la entrega a la clientela que es como si a una le ofreciesen una sorpresa final por haber estado tan tranquilita hasta finalizar la carrera, después ya se retira el trapo. Así son ellos.
Es difícil saber si te quieren engañar o no, que aquí sobre estas cosas existe más que picaresca a la española, un poco de morro a lo indio. Es cierto que aquí con respecto a otras ciudades un taxi puede ser económico, en comparación con sueldos u otros medios de transporte no tanto, y si tenemos en cuenta lo sucios que suelen estar y el no mantenimiento que tienen... digamos que nos vamos quedando un poco sin justificación.

El caso es que tienen una bajada de bandera como en los demás sitios... pero salvo que no le digas al tipo que levante el trapo al comienzo nunca sabrás si la cantidad es correcta o no. A veces es tal la tomadura de pelo, que incluso una vez que te lleva a la dirección que le pediste el taxista te dirá un precio que le ha venido a la mente por el camino. Depende de ti el pagarle sin más porque uses la referencia a otros sitios a los que hayas ido y te parezca apropiada o que le digas... -¡Descúbreme el taxímetro, filipaldi!- y sí, siempre es menos. Es entonces cuando te sonríe, te pone ojitos como diciendo, -¿pero cómo que no me cree, madam?- y se transforma en mago, se gira hacia atrás mientras se pone frente a tus narices, te mira, alarga la mano derecha (aquí el volante está a la derecha) tanteando dónde está lo que quiere encontrar y te pone carita de sorpresa para llamar la atención como si aquello que fuese a salir de debajo del trapo fuese un conejo. A ti no te queda otra que sonreír... porque ves la cantidad y ves que dista bastante de lo que te pedía. Aquí se acabó el circo, le pagas la carrera y si en el fondo te ha parecido simpático que suelen serlo, una propina te sale darle porque lo cierto es que los vehículos no suelen ser de su propiedad y su sueldo es un poco miserable. Por eso tienen que intentarlo y por eso en el fondo no te lleva el "destape" a un enfado. Una vez a uno de confianza del barrio le pedí que me lo enseñara al empezar... nunca lo hacía ni yo se lo pedía... y resulta que no lo había puesto... otra vez marcaba más de lo que debía... 

Pues así están las cosas. Salvo que me lleven de madrugada al aeropuerto y vea que han sido puntuales, no me gusta hacerme la loca y me gusta que sean legales. Solo en esos días de viaje camino al aeropuerto me permito el lujo de ser condescendiente y pagarles lo que me pidan, son mis vacaciones y quiero que ellos también disfruten de alguna forma con ellas. Y digo ellos, porque aquí las mujeres todavía no se han puesto al volante de un taxi. Una pena.

domingo, 11 de marzo de 2012

Decenas de kilómetros valla, ¿nos preparan para unos JJOO?

Por Delhi se puede andar no hay que ser tan dramáticos basta con buscar y buscar y buscar y por fin dar con el sitio semiapropiado para ello. Existen barrios por donde es posible pasear, donde existen las aceras... donde se intuye que alguien dio un día con un código de circulación y trató emular esas líneas blancas que allí aparecían, a veces hasta rectas. Y sí, existen esas rayas blancas. Esas rayas blancas que bien pueden llevarte a un muro directamente, o incluso yendo más allá crean en un espacio abierto, un lugar donde practicar deporte y ponerse en forma. ¿A quién no le viene bien subir escalones? Los entendidos  siempre dicen que nos alarga la vida. Bueno bien, quien dice subir un escalón dice subir un poco más allá la pierna de lo habitual, porque siempre se puede un poquito más. Los indios son únicos tratando de sacar lo mejor de nosotras.


Que se dé la situación que se muestra en la fotografía anterior sin vehículos alrededor no es lo habitual. Pero qué haces una vez que llegas allí, ¿lo bordeas?,  ¿subes pisando las plantas que a veces también se da que lo tengan decorado con plantitas monas? En un momento de exceso hasta puede que esté lleno de agua y una vez hayas subido bien la pierna formando ángulo recto con el tronco, te veas con tu zapato bien untadito y casi plantado en el barro dispuesta a levantarlo rápidamente en cuando preveas otro hueco en la circulación para poder cruzar el trozo de calle restante. Aquí una se hace una maestra mejorando los tiempos de ejecución, hay que reaccionar rápidamente o te costará seguir ahí durante minutos hasta que vuelvan a dejar de pasar vehículos, quizás hundiéndote en el barro sin que nadie se percate de ello y en el peor de los casos tan hundida que no te vea el que viene cruzando detrás y llegue a poner un pie sobre tu cabeza como si fuera una piedra, para tratar de evitar pringarse el calzado.

Digamos que aun por donde mejor están las aceras, no debes olvidar estar alerta, porque allá donde mejor están puedes encontrar obstáculos en tu camino. Para que alguien pueda fácilmente hacerse una idea, es como Madrid con sus interminables obras. Aquí no existe la obra como tal, pero sí esos pequeños obstáculos que vencer. Cuando vienes paseando por primera vez por la parte de la acera izquierda que no se llega a ver en la siguiente foto, al doblar la esquina te encuentras con esto, no se trata de una obra es solo un sitio que encontraron apropiado para dejar algo que no sabían donde poner, o quizás un arreglo que pensaron hacer y después olvidaron. Esto ocurre a menudo en cualquier barrio. 





Después de sortear las piedras y varios, cruzas, alzas una pierna, subes la otra, pasas aprisa para que no se eche un coche encima y es cuando encuentras esto otro. Mejor no pensar en lo que pueda aguantar el resto de la acera atendiendo a esos señores agujeros donde no se aprecia el fondo. Total, si la Puerta del Sol ha soportado tanto agujero con el metro y después con el tren, por qué esto no va a guantar tanto menos peso cada día con la cantidad de dioses que aquí tienen.






Esto ya después de unos cuantos meses se hace parte de tu día a día y no te llama la atención, más que nada porque ahora atraviesas la calle justo por donde no existen los pasos de cebra, acortando calle para cruzar y evitando el salto que del otro modo sería obligado.
El primer día que te enfrentas a un cruce como este, pobre de ti como se te ocurra ir pasando por las rayas que supondrás pasos de cebra. Esto está cogido a primerísima hora de la mañana, imposible ver "las vallas" de atletismo con la calle a pleno rendimiento. Cruzar por los pasos de cebra sin exagerar podría tomarnos la friolera de 11 minutos en hora punta.



Si decides pasar por el paso de cebra sigues las rayas, subes a esa especie de isleta con plantas, atraviesas la flora, bajas la valla y te haces la mitad de la calle para llegar a esto otro,

Foto tomada justo en frente de la anterior para ver todo el recorrido.



donde la altura del escalón está lograda pero el espacio es mínimo y se corre  el riesgo de que se puedan juntar decenas de personas cuando el tráfico fluye por ambos lados.

Una mirada diferente de entender el atletismo y de cómo un gobierno que se precie puede ponernos en forma de manera gratuita.