jueves, 6 de septiembre de 2012

Monzoneando

Qué maravilla de monzón, no llueve, ni si quiera jarrea, -aquí si me lo permitís diré que - "cubea". Tratandoos de explicar esto de algún modo, es como si todos nuestros seres queridos y no queridos, toda la gente que pasó por esta vida y luego decidió o decidieron por ellos dejarla, estuvieran ahí arriba aburridos y en épocas de sequía almacenasen cubos de agua, como en el cuento de La cigarra y la hormiga, para cuando una vez los tuvieran todos llenos, tirarlos desde arriba con muy mala idea sobre los que todavía vivimos. Así, sin parar, bien seguiditos, toda esa gente a la vez y sin organización alguna. Choca el agua contra las ventanas y suena igual de fuerte que cuando ésta toca el suelo. Cuando puedes verlo a cubierto el espectáculo es inmenso, a veces puedes ver hasta ese gran tamaño que alcanzan las gotas, algo así como si de cada cubo de agua surgiese una única gota.
 
Con una cámara corriente se puede apreciar el tamaño de las gotas
  
 

Foto del diario Hindustan Times
La suerte de esto es contar con una buena ventana que te permita ver cómo continua la vida en la calle. No penséis que porque llegue el "cubeo" la gente deja de hacer sus labores cotidianas, habrá quien pueda ponerse semiacubierto, pero aquí no se debe contar con encontrar un portal para cubrirse, aquí uno se abandona a su suerte, la vida continua.


Foto Hindustan Times
A mi al principio cuando llegué me sorprendía mucho ver a la gente en bici o andando totalmente calada como si no se diesen cuenta de que estaba lloviendo. Al ver al primero puedes llegar a pensar que alguno puede estar loco, cuando ya ves que todos van así piensas que la loca eres tú, una vez te toca a ti ir andando en pleno "cubing" te sientes una india más, no sé si abandonada a tu suerte. Misteriosamente una no se siente mal bajo la lluvia, es más ya puedes tener el peor de tus días que toda esa agua estrellándose contra tu cuerpo te hace sentir la mujer más feliz del mundo. Los niños se lanzan a la calle a mojarse, siempre riendo, echándose agua unos a otros, a veces se agachan jugando en los charcos que se forman y se bañan, algunos mayores van tirando de ellos de la mano mientras los pequeños dan patadas a los charcos haciendo saltar el agua por los aires y salpicando a todo el que se cruzan. Algo de lo más bonito de todo esto es el escuchar sus risas de fondo.
 
Olvidaos de las botas de agua, pueden resultar útiles cuando caen cuatro gotas y se forman pequeños charcos, de usarlas aquí el agua entraría por la parte superior dejando nuestros pies a remojo. Aquí se lleva andar descalzo o las chanclas, vamos, que ninguna diferencia con respecto al cambio de clima, es lo natural durante todo el año, incluso en los inviernos más fríos.
 
 
Foto del Hindustan Times
Así que una, aunque al principio trata de pensar en un calzado más apropiado que no se le haya ya ocurrido a esos 1300 millones de indios, rápido llega a la conclusión que lo mejor son las chanclas, como ya conocían los 1.300 millones de indios, solución que me hubiera bastado simplemente con observar. Y hasta aquí todo casi normal, ¿no? Entonces, ¿dónde está esa pequeña...?  Bien, allá vamos con esas pequeñas diferencias, claro que las hay, no es como en nuestra Galicia donde llueve pero existen conductos que guían el agua para que vaya "desaguando" cuanto antes y no ocurre como en Madrid que cuando llueve y no se han limpiado alcantarillas en años encuentras charcos en algunas zonas... no, aquí se forman verdaderas balsas de agua enormes e incluso me atrevería a decir que según las zonas hasta piscinas y ríos. Da igual cómo vayas, en ocasiones como existen tantos baches y desniveles importantes, agujeros...  pues incluso algunos coches se quedan parados donde menos puedas esperarlo y se forman grandes retenciones por toda la ciudad. A veces el agua alcanza niveles que llegan a las puertas de los coches y entre agua, barro y demás acaban dejando algunos coches en estado lamentable.
 
Y qué decir de esa sensación de cambiarte tus zapatos y calzarte las chanclas cuando mirando el cielo ves que el monzón se avecina, en esta época son imprescindibles en tu bolso. Cuando caminas en época de monzón, ya llueva o acabe de llover, tu vista recorre ávidamente todas las opciones posibles según avanzan tus pasos. Tu mente lanza frases cortas a velocidad del rayo, Fango no... Charco que no sabes lo que cubre, no... Cruza, Corre, vuelve a cruzar que esto está peor...  Cuidado con el coche, te salpicará,... Vaya, cruza otra vez... Atasco... Dónde hay hueco... dónde hay hueco... a tomar por culo, pido fango... Sí, a esas velocidades mentales tú acabas escogiendo fango porque piensas que del charco desconoces el fondo y no sabes hasta dónde acabarán tu pie o tus piernas cubiertos así que, probablemente acabarás mojándote los pantalones y sin realmente conocer hasta dónde llegará aquello. Las calles no son rectas y el asfalto si lo hay deja mucho que desear, vamos, que te buscas una caída dándote un buen remojón en cualquier momento. En esas decisiones rápidas, eliges fango... porque piensas que simplemente "ver o intuir el fondo" es ya de por sí una ventaja. Ese lodo, mezcla de barro, agua, esos papeles, esa basura, esas... por qué no, a veces aquí también hay excrementos, pero una vez una da el paso no puede volver a atrás salvo que lo vea muy muy muy mal, porque al fin y al cabo las anteriores son opciones que ya descartaste por verlas peor, así que adelante. Una planta ahí bien el pie, de repente, coño, pensaba que intuía el fondo pero no, una pone su primera pisada y aquello como que se hunde un poco, sale agüilla que no esperabas y el barro te tapa si no los dedos el talón, y si no ambos, avanzamos, otro pie y te ves al final, hundiendo tus pies, cubriéndolos de lo que sea y más o menos a un ritmo rápido, también abandonada, una vez más, a tu suerte como ellos, recibiendo el monzón en pleno careto y cuerpo que están empapados, y mágicamente sonriendo como hacen ellos. Una no sabe si a nuestros admirados y queridos indios les choca más el vernos de esa guisa -porque los guiris, sobre todo al inicio suelen llevar inútiles paraguas que no pueden hacer nada ante el monzón o elementos similares- o les llama más la atención vernos como ellos mismos, pasados por agua. Ellos sonríen, desconozco si porque entre ellos en esos momentos se sonríen igualmente unos a otros o porque al cruzar miradas todos nos sonreimos en señal de solidaridad. Pero en cualquier caso, haber pisado por donde hayas pisado, haberte untado de lo que te hayas untado, no saber cómo te llegaron trocitos de barro al bolso que lo llevabas bien arriba, ni al resto de la ropa o incluso a la cara... todo lo ocurrido queda atrás porque la satisfacción de sentir caer el agua sobre tu cuerpo entero con esta rendición llega a convertirse en un auténtico placer -que no calvario-, mayor sin duda cuando no tienes que acudir a alguna cita y ocurre a la vuelta a casa aunque aquí nunca se sabe, amigos.
 
Foto del Hindustan times
 
 
Si nuestros amigos los indios siempre sonríen, las sonrisas del monzón son de lo más grandiosas. Expresan una felicidad a la que no creo que lleguemos el resto de los mortales.

martes, 31 de julio de 2012

Una carrera que se hizo realidad en un día SIN VERGÜENZA


Desde niña siento impulsos de probar pequeñas cosas que aunque al alcance de la mano de todos, algunas veces víctima de la timidez, como que una tuviera que permanecer a la espera del momento justo para disfrutarlas. Por fortuna todo finalmente llega, no hay nada como desearlo y hacer ese momento realmente tuyo. Gracias a ello también puedo percibir perfectamente la existencia de días en los que una se levanta sin vergüenza, y qué queréis que os diga, es lo que más me gusta en este mundo, tener días así, días SIN VERGÜENZA.


En India como que apetece hacer más cosas -y con tantos millones de habitantes estamos como para perder la ocasión-, aunque algunas veces la inhibición se hace tu fiel amiga y no se te separa ni a sol... ...ni a sol, aquí si existe la sombra todavía no he dado con ella, la mayoría de los lugares en India, arden, que no os cuenten milongas.

En la celebración de Dusshera del año pasado surgió uno de esos días... -Llegó el momento esperado por todos, sí, claro que sabéis continuar la frase- SIN VERGÜENZA, -Si lo cogéis al vuelo, os conoceré yo- en la que estaba sola y había tanto ambiente en la calle, que necesitaba salir y participar como el resto. Bailé, me reí, charlé con unos pocos lugareños y además me veía con tanto ánimo que sentí la necesidad de hacer alguna llamada para compartir con alguien más un momento tan emocionante. Todavía me acuerdo entre tanta música y tanto jolgorio, de un chavalín que iba con su padre recogiendo botellas de plástico. Me cuesta evitar algunos cruces de miradas con tanta vida de fondo y me parecía un día de celebración para todos, nos hicimos cómplices en seguida, por un momento transformamos ese trabajo duro en una especie de juego. El padre o la persona que lo acompañaba llevaba un brazo vendado y tiraba como podía del carro que transportaba con la ayuda del chaval, había muchas botellas que iban quedando por los suelos, entonces aunque para él no lo era en absoluto y era la manera de ganarse la vida, me puse a recoger botellas con él como jugando a ver quién de los dos iba más rápido o era capaz de llevar más botellas en las manos. Cuando hacía que iba a llegar yo antes a tirarlas al saco se partía de risa, recuerdo el brillo de sus ojos casi cegados por el cansancio. Cuando fueron quedando menos botellas y entre canción y canción que sonaba por aquellos estrepitosos bafles, si divisaba alguna, le miraba y moviéndome al ritmo de la música rápido  entre la gente me hacía hueco, alargaba la pierna para acercar alguna y se la señalaba con los ojos mientras él corría como una lagartija a cogerla por el pequeño espacio que nos habían dejado. No le cambias la vida pero puede que aquí esos momentos se agradezcan también por la otra parte, no deseo pensarlo para mi, desearía que fuera así por ellos aunque no lo recuerden nunca más, solo el haber vivido ese rato como algo que le ha hecho salir de esa dura rutina.


Desde que ando por aquí algo que me iba apeteciendo era llevar un ciclorickshaw, por darme una vuelta y por llegar a ver la reacción del rickshero, ese paso de llevar siempre carga a ir en el asiento trasero para otra cosa que no sea dormir o esperar a que salga algún cliente.


Al abrir los ojos esa mañana sabía que me había despertado SIN VERGÜENZA, no sinvergüenza que es otra cosa y aunque pueda haber deseos alguna vez de esos, no era el caso del otro día. Iba muy atenta a todo lo que pasaba a esas horas por la calle, es cuando empieza a crearse la emoción del nuevo día, hay mucho movimiento en la calle pero no llegaba yo a encontrar el momento de explayarme hasta que salí del gimnasio. Ese subidón que tienes a esas horas en el gym en el que llegan a faltarte las ganas de salir sabiendo que ha llegado la hora porque tienes un deber con el que cumplir, el trabajo. Fue salir a la calle, dar un par de pasos y encontrarme un rickshero que estaba tratando de aparcar el triciclo, lo movía hacia adelante, hacia atrás, no parecía encontrar el hueco justo. Era jovencito, y como estaba yo cachonda y crecidita, empecé a hablarle con gestos como hacen ellos. Primero subí la cabeza con un movimiento que traducido sería algo así como un "Eh,tú", seguido del de ellos favorito, movimiento caída corta de cuello lateral al hombro y hacia adelante que señalaba el asiento de atrás que bien podría ser traducido como un... "Venga, súbete ahí". Nos mirábamos a la cara, y él contesta moviendo la cabeza de lado a lado, como yendo a tocarse un hombro sin tocarlo y al otro como un par de veces. Qué complicado, yo podría aventurarme a leer ahí un "No" pero a la vez me decía, no creo que me haya entendido a la primera, porque por mucho que yo quiera hacerme entender, ellos sí tienen códigos que yo no llego a comprender o a los que aplico una traducción propia. No importa, hoy tengo tiempo me dije,  esto tiene que quedar clarito, porque no me va a robar la idea del día, que me he levantado SIN VERGÜENZA y esto no pasa todos los días. Vuelta a empezar. Levantamiento de cabeza, señalo con la cabeza el asiento de atrás y con el dedo índice sin apuntar con mala leche le señalo a él y seguidamente el asiento de atrás, a lo que sube y baja agachando la cabeza hacia adelante en señal de "¿eh?" Eso ya me indicaba que empezaba a funcionar nuestra relación. Luego me vio que cogía al manillar, dominando la situación haciendo por ocupar el sillín. Allí él se sentó muy amablemente atrás y parecía seguir asintiendo a su forma y además ya sonriendo, parecía que le molaba la idea. Bajó de repente haciéndome creer que la explicación no había resultado ser tan sencilla como yo había creído. Me equivoqué, era para ayudarme y retirar una cuerdecita que tenía atada al freno y cogida al manillar que supongo que lo dejaba a modo de freno de mano para cuando descansaba que no se moviera.















Ahí empezó la acción, lo realmente divertido, la prueba de que los días SIN VERGÜENZA hay que disfrutarlos. Cauta dejé pasar autobuses, coches y demás para realizar la maniobra de cambio de dirección, él un poco nervioso ante lo que debía considerar mi actitud pasiva -yo creo porque ellos simplemente se lanzan- yo le miraba para transmitirle un "Tranquilo, conduzco yo. Todo bajo control ¡Agárrate!" Tres ruedas, das pedales... coño, ¿qué dificultad encontráis ahí? Aparentemente ninguna, ¿no? pues lo mismo que yo. Fue subirme y darme impulso con una pedalada, y yo que dirigía el manillar apuntando con la rueda delantera al frente veo que la reacción de la bici era de tirar para la derecha, comprenderéis que había cuanto menos para preocuparme porque me estaba yendo hacia el centro de la calzada con todos los vehículos varios que pasaban por todas partes pitando, y como eran pocos... los autobuses, los carros, las motos, los autorickshaws con motor, las bicis, la gente, los perros... Me sentía llevando uno de esos carritos del super que van siempre hacia un lado y en los que tú en vez empujar hacia adelante acabas empujando para el lado contrario para tratar de que el carro tire para el frente. Igual, ahí estaba mi ciclo, llevándome la contraria  y avanzando contra toda lógica donde yo no lo mandaba. Rápido traté de girar a la izquierda casi con un "manillarazo" para irme acercando a mi lado izquierdo, aún así la parte de atrás seguía tirando hacia la derecha, más que un triciclo unido parecía un trailer cuyo remolque cobrara vida propia. En fin, me fui dando cuenta que moviendo el manillar a derecha e izquierda a poquitos y de forma seguida iba tirando lo más recto posible. Síííí, le cogí el truco, en nada dominaba la situación, tanto que de vez en cuando frenaba un poco para preguntarle al de atrás si iba bien a lo que el tipo asentía. Qué ganas de tocar el timbre, ellos no paran mientras conducen y yo quería mostrarme profesional. Los que tiraban de carros miraban a veces, puede que ellos toquen los timbres a distinto ritmo y tengan su propio significado, a eso yo no había llegado pero sí que notaba que miraban, me miraban mucho y cuando parecía que iban a pasar de largo, me miraban, frenaban y miraban mejor a parte delantera y trasera del vehículo. Algunos se frenaban y se ponían al lado durante una parte del camino para ver si era cierto lo que veían. Pasaron varios autobuses y coches de esos hasta los topes de niños que van al cole,  graciosísimos, gritando solo sabe Dios qué, sacando sus cabecitas por las ventanillas y riéndose... Esas risas de los niños que nos alargan años de vida a los mayores. Con alguna gente yo trataba de no mirar porque aunque ese día era un día de los que me gustan una tiene esa gilipollez de emocionarse rápido y no me apetecía ponerme roja y esas cosas, no era de lo que se trataba. Pero ahí seguí, saludando a los niños de los buses y tocándoles el timbre, preguntando a mi chico de atrás si iba bien. Al llegar a mi destino, no paré justo al lado de casa, claro, el "landlord" podría morir de un ataque al corazón, parece un tío "importante", me quedé a una distancia prudencial mientras que la gente me rodeaba el ciclorickshaw y hablaban hindi entre ellos, por desgracia no les podía entender. Los niños se reían y los papás igual, ese día me parecían tan divertidas las risas de los mayores como las de los niños, actuaban del mismo modo, con inmensa naturalidad. Al llegar miré a todos y le dije al chavalín que 100 rupias por la carrera, él levantó la cara y haciendo que iba a pagar ante sorpresa de todos. Hasta que ya cuando saqué yo el dinero para dárselo teníamos a la gente totalmente entregada, parecía una obra de teatro ya ensayada. El chaval se portó fenomenal, era comiquísimo, son los momentos en los que piensas que no sabías que ibas a estar tanto tiempo y quizás deberías haber aprendido a decir algo en su lengua, una pena, solo pude despedirme haciendo una reverencia que desconozco si ellos llegaron a entender. Un gran día, debería institucionalizarse. Imaginaos que todos hicieran esto alguna vez, además de hacer ejercicio, no agotar al pobre que carga habitualmente con decenas de personas y bultos al día, y eso en un día de suerte porque en el fondo no podemos engañarnos y es su trabajo. Sería muy bonito, pasaríamos por ello y veríamos que no es algo tan sencillo, que deberíamos tratarles un poco mejor no como escoria. Gracias joven rickshero, podrías llegar a ser un buen actor estando en otro lugar.

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La historia la he repetido con un hombre adulto. He comprobado que la cuerdecita del freno, es un clásico en las bicis, sirve para que no se les mueva una vez que aparcan, -para la próxima no lo olvido y lo retiraré yo solita-. El señor no ha sido cómico como resultó el anterior, primero sorprendido y sin querer ceder al primer intento, después un compañero charló con él, entiendo que diciéndole "es la loca del otro día, tú pasa, el pequeño contó que después le pagó la carrera igual". A lo cual, el señor mayor accedió. Él no participaba de la misma forma, más bien tenía una expresión de cierto... "no saber qué coño hago yo aquí" pero al acabar y rodeado de niños y padres de nuevo esperando a los buses escolares varios, sonreía tímidamente mientras le hacían preguntas como si fuese el héroe del día. Qué sensación más bonita para empezar la mañana. Estos tipos son muy grandes pero muchos aquí todavía no parecen haberlo descubierto.

lunes, 25 de junio de 2012

¡Ay Pakil!

Si India te complica la vida tú tienes que tender a simplificarla. Las distancias en esta ciudad nos matan, son distancias que en tantos otros sitios podrías recorrer a pie, pero aquí son un mundo y te hacen perder mucho el tiempo. El tráfico es tremendamente caótico. Utilizas medios de transporte insanos donde te vas comiendo los humos del resto de los vehículos y en épocas de calor llegas sudando a todas partes. El caso es que si a eso le sumas la falta de aceras, lo difícil que resulta caminar entre vehículos varios y la de tiempo que vas montada en tanto medio de transporte, acabas sin mover un dedo y eso rápido tiene consecuencias nefastas para el cuerpo, creedme.

Puedes intentar correr por el barrio hay zonas verdes siempre cerca aunque no sean muy grandes. Como todo aquí tiene sus pequeñas que no insalvables complicaciones, a esa buena voluntad que tienes de levantarte bien temprano, a pesar de las altas temperaturas que ya existen a esas horas, habremos de sumar el tener que emplear cuantos métodos llegues a desarrollar para lograr despertar al segurata nocturno y que te abra la puerta de tu casa, el ir esquivando montoncitos de basura varia, algún quiebro para sortear algunos perros que se cruzan en tu camino y ya no os digo cuando te encuentras en tu recorrido monos... Hale, con esos ha llegado la hora de salir del parque y buscar otro nuevo recorrido.

Hay gimnasios que podrían ser adecuados, de esos que te pueden hacer pensar que estás en Europa o USA peeeero esos nunca están al lado de casa. Como lo que necesito es tiempo hice una búsqueda exhaustiva por mi barrio. Madre del amor hermoso si hubiera hecho fotos en alguno de ellos... El olor andaba entre sudor y comida, sí, comen allí mismo, donde se tercie, sin ventilación alguna... habitaciones pequeñísimas y aparatos con la espuma salida de la funda como poco. Cierto es que esto no ayudaba mucho, la verdad. Si ves uno que sube un poco el nivel es porque tiene alguna máquina más... tampoco mucho es que sea mucho más grande pero joooo es que hay aire acondicionado... no huele mal... ves que algo limpian... Tampoco van a sacar brillo, empiezo a considerar que ellos tienen algo así como alergia a lo limpio. Qué hubiera sido de nosotras sin esa gran generación española de nuestras abuelas o nuestras madres que abrían las ventanas de par en par toooda la mañana, poniendo la casa patas arriba para limpiarlas a conciencia cada día... Aquí esa generación no llegó, aquí todo se ve bien -o más bien lo que es el polvo no se ve- el polvo es un elemento decorativo más. Digamos que para estar aquí he encontrado un gimnasio más o menos decente... para ser solo medio decente os diré que tiene un precio que dobla a uno nuevo de Madrid abierto al ladito de mi casa y que en espacio debe llegar a cubrir como la décima parte. En fin, no quería pasar por ese timo pero era eso o seguir cogiendo kilos como una vaca de cualquier otro país, que no de aquí.

Qué bien. He dado con un entrenador que no me hacía pensar en mi querido Iván de Madrid. Es una monada, yo diría que tiene un toque tierno -pero entre nosotras confesaré que creo que me odia-. No recuerdo que me hayan hecho sufrir como él. Me da tanta caña que algún día he llegado a casa casi arrastrándome, y he acabado arrastrándome una vez tirada en la cama, tremendo. Parece que no puedes más, pero ahí está él, solo dice los números en inglés, no entiendo nada más de las palabras que puedan salir de su boca por muy atenta que quiera estar a cada una de ellas pero eso sí... siempre lo dice con una sonrisa que te hace perder el conocimiento. Es riquísimo aunque todo lo rico que es lo transforma en odio hacia mi. Cuando ve cómo me voy de hecha polvo... me sonríe otra vez. Que ve que sudo horrores siempre encuentra algún ejercicio que me haga sudar más y vuelve a sonreirme. Un día pensé que me dejaba las piernas allí y le dije: "I have two legs, Pakil, -me acuerdo fácilmente del nombre porque mi padre se llama Paco y quieras o no, relacionar con otro nombre un nombre indio, ayuda- I´m nearly forty, you are very young and you will not understand me, but believe me, I need to conserve both legs for the rest of my life". Intentaba decirle "Mira Pakil, estoy destrozada y hasta las narices de esa puta sonrisa que me echas continuamente, por muy mono que seas. He empezado en este gimnasio con dos piernas, y por tu padre quiero conservarlas. Ando cerca de los 40, -sí, me pongo años, es la primera vez en mi vida que lo hago, pero es para ver si así me respeta un poco más-, así que por favor, quiéreme un poquito alguna vez y no me lo pongas tan complicado. Pakil, hijo mío, que cuando salgo de aquí, no puedo con la vida." A lo que a poco que me hayáis seguido, ya os imagináis la respuesta de Pakil con ese gesto echando su cabecita dulce hacia ese maravilloso hombro tan bien formado para que una vez te derritas ante ese movimiento, volver a atacar con su sonrisa, sonrisa que desearías que quitara pero que a la vez te da la vida. Y sin saber cómo, todas esas barbaridades que parece que le vas a decir, se transforman en tu boca al más puro estilo quinceañero perdiendo los papeles hacia el chico o la chica que te gusta "Sí, Pakil ¿50 más? Claro que sí, y 100 abdominales más si tú me lo pides. Y lo haces como si tuvieras de repente 21 años... y una vez sales por la puerta del gym y sin avisar te vuelven de golpe los otros 20 restantes  y sientes cómo se van desprendiendo cada una de las partes de tu cuerpo y piensas: Mañana me impondré a Pakil, y le diré 4 cosas, no puedo seguir a este ritmo, ya no soy una jovencita.

Y ahí ando, en un gimnasio donde a penas existe el espacio libre entre personas y máquinas, donde algunas señoras van con sus vestimentas indias tan poco prácticas para ejercitarse, algunos señores con sus turbantes y curiosamente sin perderlos en ningún movimiento, un gimnasio donde los lugareños en hora punta se lanzan a la carrera cuando ven que una máquina se queda libre. Pero es lo más, todos haciendo ejercicio a ritmo de canciones de bolliwood y donde siempre que te giras siempre hay alguien que te sonríe. (Y, donde en cuanto me paro un momento aparece Pakil, dispuesto a enseñarme ejercicios nuevos con tal de que no pare. Gracias Pakil, aunque a veces seas tan duro conmigo pero sigue sin olvidar echarme una sonrisita de vez en cuando. ¡Guapo!).

Ay mi Pakil, con lo que a mi me gusta y qué poco me entiende...

domingo, 22 de abril de 2012

Sus acabados, a nuestra vista sin acabar

Sí, son lo que nosotros calificaríamos de chapuzas cuando ellos podrían pensar que lo que son, es "detallistas". En las calles, en los locales, viviendas... ellos son así, es como si en esta ciudad se aprobase todo con un raspaíllo y sobretodo con mucha, mucha fe. Tenemos visiones distintas, no podemos llegar a encontrar una explicación lógica, sería inútil, no existe, miramos desde diferente prisma, distinto corazón y tantas cosas más.

A veces son pequeñas cosas que no tendrían consecuencia alguna, otras nos podrían a llegar a costar la vida.  Esa relatividad existente acá supera nuestra ficción. Como ejemplo la puerta de este hotel, ya acabado y en funcionamiento. Por el día, la puerta que ahora aparece en la primera foto cerrada y que viene del pasillo central con habitaciones a ambos lados, está abierta de par en par.


Altura de un segundo piso
Puertas sin barandillas

A quién va a hacer daño, por ejemplo, un objeto decorativo que se pone con la mejor de las intenciones. Y por qué no acabar de poner las cornisas que ya que se han decidido poner. Un día me sorprendió ver desde el espejo del baño mientras me secaba el pelo -pasa incluso después de meses, como si nunca acabases de ver todos esos detalles que te rodean en tu propia casa- que encima del armario de la habitación no había molduras, pero no me sorprendió porque el resto de la habitación careciera de ellas, sino porque solo faltaban encima del armario -aunque tampoco todo el armario en su extensión- como si se les hubieran acabado y no hubieran podido terminar de rematar. Y cuando digo rematar, es que incluso pareciera no haberlas cortado con una sierra o alguna herramienta que las dejase rectas, es que parecieran cortadas con los dientes. Amigas, la curiosidad me hizo pasarme habitación por habitación y he aquí las pruebas...

La primera en la que reparé





Vaya, en la segunda había ocurrido igual








Caramba, la tercera, ¡Premeditación!













Los agujeros, esos grandes aliados. Nos acompañan alrededor de enchufes, timbres, molduras, lámparas, ventiladores de techo... No he ahondado en el tema, todavía no sé si es dejadez o si podría tratarse de aquello a lo que achacan cada acontecimiento de su vida, el destino.

Los cableados bien visibles siempre, porque a veces son prácticos también, casualmente cuando era más práctico quizá no serlo. Os pongo una imagen de muestra del baño de un hotel.




En las calles pasa a lo bestia, y a veces los cables simplemente cuelgan ya directamente sobre ellas... y sin el plástico que lo recubre, es imposible saber cuáles sirven y cuáles están ya en desuso. A mi ya me han puesto dos para mi acceso a internet, para qué buscar la avería del primero pudiendo tirar un segundo cable y agujerear el marco de la ventana de madera por segunda vez. Cuando uno no funciona, te ponen otro sin molestarse siquiera en retirar el anterior con el fin de evitar hacer un segundo estropicio en la pared o en la ventana o donde ese día toque. El día que aquí se den cuenta de lo que pueden sacar con la venta del cobre como en Madrid será la guerra y entonces los cortes de luz no durarán unos minutos o unas horas, durarán la eternidad.

Otro ejemplo de hueco en el mismo cristal de la cocina:

Alucina ese gran tubo extractor (aunque no se aprecie bien el hueco del cristal)



O este otro que aprovecha el cable del aire acondicionado marcándose un buen tamaño de agujero para enganchar también la luz o viceversa -¿qué fue antes el huevo o la gallina?-:







El caso es que ellos quieren ser detallistas, y lo intentan pero... algo deben tener ahí dentro que hace que les cueste mantenerlo hasta el final. Pongamos un ejemplo, las mosquiteras a mi vista dejan de cumplir el objetivo que tienen y es así como pasan a ser un mero objeto decorativo más, una pena con la calidad de esa madera.
Ventana mal ajustada, imposible de cerrar

Si hay algo que intuyo que les pueda gustar mucho a los indios, además de los agujeros, son sus primas hermanas, las ranuras.

Este es el hueco de la puerta de entrada a casa. Para muestra cabe una guía de unas 300 páginas (otro hueco puede verse en el lado izquierdo, junto al marco, si es que no tienen fin...)

Vamos que hay que embadurnarse de crema contra los mosquitos fuera y dentro de casa porque aunque tengas miles de elementos dentro de casa para evitarlos la realidad hace que puedan entrar por cualquier parte. Yo ya estoy acostumbrada al olor y a la pegajosidad del repelente en cuanto empieza la temporada, consciente de que aún así alguno me picará.


Que no cunda el pánico y si venís a hacerme una visita estad tranquilas, si existiera algún mosquito, ese mosquito me picará a mi, no lo dudéis, tened fe, por experiencia os diré que soy su destino.

domingo, 25 de marzo de 2012

Ese enemigo de todos llamado... taxímetro

Tan real como la vida misma. Quién no se ha subido en un taxi en alguna de esas ciudades como Barcelona, Madrid o Londres, de esas en las que al principio vas viendo anchas avenidas, cafés, tiendas, edificios maravillosos, parques... es tanto lo que disfrutas mirando, que en uno de esos movimientos de cuello en los que pasas de mirar por una ventanilla a mirar por la otra... adsñlkfj ladsjfl sañlkfj scxjieur de repente ves ese aparato que no deja de saltar numeritos ni parece tener fin. Es entonces cuando sales de ese sueño y dejas de disfrutar del paseo. De repente ese camino que has hecho decenas de veces hasta en bicicleta te parece inmenso y piensas que algo ha debido hacer el taxista cuando pensaba que andabas exorcizada. -¡Si hubiera querido hacer un tour me hubiera cogido un bus de esos de dos plantas!-. Todos los semáforos se ponen en rojo uno tras otro, como si él mismo los fuera cambiando con un mando a distancia con tó la mala leche del mundo. Al quinto semáforo que justo pasa al ámbar piensas -Como se pare... como se pare... Se paró. ¡Mamón!-. Y desearías hablarle mal y decirle que se acabó, que tome el dinero de su carrera que ya corres tú más a pie. Adiós muy buenas. Pero nunca lo haces, siempre crees"Lo mismo no llega a..." y probablemente acabe superando esa cifra y más. Y no solo eso, además le mirarás con una sonrisa de oreja a oreja mientras le pagas  lo que marca y le das las gracias aunque según cierras la puerta pienses que eres muy boba y no volverás a coger un taxi por el centro.

¿Qué os preguntáis, que si me he cambiado de ciudad? No, todavía sigo en Nueva Delhi. ¿Y sabéis qué? Aquí también hay taxistas. Aquí además solo hay taxistas hombres. Y hay taxis tremendamente destartalados. Y esos taxis destartalados tienen taxímetros. A ver si encontráis en esta fotografía dónde puede estar el taxímetro.

Evitando el estrés con un trapito rosa

Este método de relajación lo debió inventar alguno que se ponía malo como yo cuando un taxímetro empieza a correr y decidió hacer como si no existiera, como si no fuera con él, que la clienta no dejase de disfrutar del paseo o de pensar en esa maravillosa cita que le espera después. Es tanta la entrega a la clientela que es como si a una le ofreciesen una sorpresa final por haber estado tan tranquilita hasta finalizar la carrera, después ya se retira el trapo. Así son ellos.
Es difícil saber si te quieren engañar o no, que aquí sobre estas cosas existe más que picaresca a la española, un poco de morro a lo indio. Es cierto que aquí con respecto a otras ciudades un taxi puede ser económico, en comparación con sueldos u otros medios de transporte no tanto, y si tenemos en cuenta lo sucios que suelen estar y el no mantenimiento que tienen... digamos que nos vamos quedando un poco sin justificación.

El caso es que tienen una bajada de bandera como en los demás sitios... pero salvo que no le digas al tipo que levante el trapo al comienzo nunca sabrás si la cantidad es correcta o no. A veces es tal la tomadura de pelo, que incluso una vez que te lleva a la dirección que le pediste el taxista te dirá un precio que le ha venido a la mente por el camino. Depende de ti el pagarle sin más porque uses la referencia a otros sitios a los que hayas ido y te parezca apropiada o que le digas... -¡Descúbreme el taxímetro, filipaldi!- y sí, siempre es menos. Es entonces cuando te sonríe, te pone ojitos como diciendo, -¿pero cómo que no me cree, madam?- y se transforma en mago, se gira hacia atrás mientras se pone frente a tus narices, te mira, alarga la mano derecha (aquí el volante está a la derecha) tanteando dónde está lo que quiere encontrar y te pone carita de sorpresa para llamar la atención como si aquello que fuese a salir de debajo del trapo fuese un conejo. A ti no te queda otra que sonreír... porque ves la cantidad y ves que dista bastante de lo que te pedía. Aquí se acabó el circo, le pagas la carrera y si en el fondo te ha parecido simpático que suelen serlo, una propina te sale darle porque lo cierto es que los vehículos no suelen ser de su propiedad y su sueldo es un poco miserable. Por eso tienen que intentarlo y por eso en el fondo no te lleva el "destape" a un enfado. Una vez a uno de confianza del barrio le pedí que me lo enseñara al empezar... nunca lo hacía ni yo se lo pedía... y resulta que no lo había puesto... otra vez marcaba más de lo que debía... 

Pues así están las cosas. Salvo que me lleven de madrugada al aeropuerto y vea que han sido puntuales, no me gusta hacerme la loca y me gusta que sean legales. Solo en esos días de viaje camino al aeropuerto me permito el lujo de ser condescendiente y pagarles lo que me pidan, son mis vacaciones y quiero que ellos también disfruten de alguna forma con ellas. Y digo ellos, porque aquí las mujeres todavía no se han puesto al volante de un taxi. Una pena.

domingo, 11 de marzo de 2012

Decenas de kilómetros valla, ¿nos preparan para unos JJOO?

Por Delhi se puede andar no hay que ser tan dramáticos basta con buscar y buscar y buscar y por fin dar con el sitio semiapropiado para ello. Existen barrios por donde es posible pasear, donde existen las aceras... donde se intuye que alguien dio un día con un código de circulación y trató emular esas líneas blancas que allí aparecían, a veces hasta rectas. Y sí, existen esas rayas blancas. Esas rayas blancas que bien pueden llevarte a un muro directamente, o incluso yendo más allá crean en un espacio abierto, un lugar donde practicar deporte y ponerse en forma. ¿A quién no le viene bien subir escalones? Los entendidos  siempre dicen que nos alarga la vida. Bueno bien, quien dice subir un escalón dice subir un poco más allá la pierna de lo habitual, porque siempre se puede un poquito más. Los indios son únicos tratando de sacar lo mejor de nosotras.


Que se dé la situación que se muestra en la fotografía anterior sin vehículos alrededor no es lo habitual. Pero qué haces una vez que llegas allí, ¿lo bordeas?,  ¿subes pisando las plantas que a veces también se da que lo tengan decorado con plantitas monas? En un momento de exceso hasta puede que esté lleno de agua y una vez hayas subido bien la pierna formando ángulo recto con el tronco, te veas con tu zapato bien untadito y casi plantado en el barro dispuesta a levantarlo rápidamente en cuando preveas otro hueco en la circulación para poder cruzar el trozo de calle restante. Aquí una se hace una maestra mejorando los tiempos de ejecución, hay que reaccionar rápidamente o te costará seguir ahí durante minutos hasta que vuelvan a dejar de pasar vehículos, quizás hundiéndote en el barro sin que nadie se percate de ello y en el peor de los casos tan hundida que no te vea el que viene cruzando detrás y llegue a poner un pie sobre tu cabeza como si fuera una piedra, para tratar de evitar pringarse el calzado.

Digamos que aun por donde mejor están las aceras, no debes olvidar estar alerta, porque allá donde mejor están puedes encontrar obstáculos en tu camino. Para que alguien pueda fácilmente hacerse una idea, es como Madrid con sus interminables obras. Aquí no existe la obra como tal, pero sí esos pequeños obstáculos que vencer. Cuando vienes paseando por primera vez por la parte de la acera izquierda que no se llega a ver en la siguiente foto, al doblar la esquina te encuentras con esto, no se trata de una obra es solo un sitio que encontraron apropiado para dejar algo que no sabían donde poner, o quizás un arreglo que pensaron hacer y después olvidaron. Esto ocurre a menudo en cualquier barrio. 





Después de sortear las piedras y varios, cruzas, alzas una pierna, subes la otra, pasas aprisa para que no se eche un coche encima y es cuando encuentras esto otro. Mejor no pensar en lo que pueda aguantar el resto de la acera atendiendo a esos señores agujeros donde no se aprecia el fondo. Total, si la Puerta del Sol ha soportado tanto agujero con el metro y después con el tren, por qué esto no va a guantar tanto menos peso cada día con la cantidad de dioses que aquí tienen.






Esto ya después de unos cuantos meses se hace parte de tu día a día y no te llama la atención, más que nada porque ahora atraviesas la calle justo por donde no existen los pasos de cebra, acortando calle para cruzar y evitando el salto que del otro modo sería obligado.
El primer día que te enfrentas a un cruce como este, pobre de ti como se te ocurra ir pasando por las rayas que supondrás pasos de cebra. Esto está cogido a primerísima hora de la mañana, imposible ver "las vallas" de atletismo con la calle a pleno rendimiento. Cruzar por los pasos de cebra sin exagerar podría tomarnos la friolera de 11 minutos en hora punta.



Si decides pasar por el paso de cebra sigues las rayas, subes a esa especie de isleta con plantas, atraviesas la flora, bajas la valla y te haces la mitad de la calle para llegar a esto otro,

Foto tomada justo en frente de la anterior para ver todo el recorrido.



donde la altura del escalón está lograda pero el espacio es mínimo y se corre  el riesgo de que se puedan juntar decenas de personas cuando el tráfico fluye por ambos lados.

Una mirada diferente de entender el atletismo y de cómo un gobierno que se precie puede ponernos en forma de manera gratuita.





domingo, 12 de febrero de 2012

¿Compartir es amar? Pues entonces aquí se quieren mucho

Sí, sí, no me cabe la menor duda, en cuanto subo a un tren y les veo en los asientos percibo que los indios se adoran y nos adoran, y yo, que todavía no les adoro porque no me ha dado tiempo a intimar lo suficiente nada más tomar asiento, ellos no parecen tomarlo en consideración, así que aún así, me adoran. Soy una más de ellos desde que elegí sentarme a su lado y no puedo escapar a eso.

Ellos te miran, se fijan bien, no observan, te preguntan. Te preguntan, te ofrecen comida, agua, te preguntan. Quieren saberlo todo a cerca de ti, de dónde eres, de dónde vienes, cuánto tiempo llevas en India, a dónde vas, dónde trabajas, cuánto ganas... Te preguntan. Quieren saberlo TODO acerca de ti, de tu familia... de tu país... Creedme, cuando digo ésto, es que quieren saber todo lo que nosotros ni siquiera nos hayamos llegado a preguntar, ni podamos llegar a imaginar que alguien quiera llegar a saber. En resumidas cuentas, que lo quieren saber TODO.

Como librarme de la conversación asumo no me voy a librar y escuchar mi vida una y otra vez podría resultarme tan aburrido, invento vidas. Es la forma de darle a mi viaje un toque distinto cada vez. Me sirve también para distraerme, al fin y al cabo ellos quieren una historia y yo disfruto contándolas. Así que puedo decir que durante algunos viajes he cambiado mi profesión y me he imaginado una vida de peluquera, de fotógrafa, de dentista, de pintora, de viajera, de profesora... Si viajo con otra mujer de mi edad, ellos preguntan. Si les dices que estamos casadas, que tenemos hijos, parece que se descolocan un poco cuando no ven a los maridos pero si ya entrando en detalle les dices que es que los maridos están cuidando de los niños porque todavía son muy pequeños y nosotras nos hemos cogido unos días para recorrer India entonces ya los ojos directamente les dan la vuelta.

Existen varios tipos de trenes, desde los típicos parecidos a los que tenemos por Europa con asientos a ambos lados y pasillo central, a otros que vienen con tres literas: la superior que está siempre extendida, la del medio que suele estar descolgada y se usa a modo de respaldo cuando uno se sienta en la litera de abajo -y que puedes ajustar y colgar de forma sencilla para convertirla en litera, y la litera inferior. Cómo explicaría yo para que me entendiéseis cómo es esa litera de abajo... De ponerle algún calificativo, diría que bien podría ser la litera "conflictiva", más cuando le toca a uno. Es una litera que se corresponde con un asiento como en el caso de las literas media y superior. Donde en principio irán sentadas la persona que tienen asignadas la litera media pero que quizás no quiso extender por ir más cómoda y no tomarse la molestia de subirse después, y la persona a la que realmente le corresponde la baja. Que incluso así, el asiento es amplio y da para dos personas perfectamente salvo que se quieran tumbar a  dormir, -este tipo de tren en principio es para eso, para que duermas y descanses. Ya me veis venir, y así es. En esa litera prevista para una persona, donde fácilmente puede darse el caso e ir dos, acaban habiendo sentadas tantas personas como quepan y haciendo hueco otra más... y otra, como si aquello no llegara a tener fin.


Algunas estaciones de tren son un caos, un gran flujo de personas con bultos moviéndose en todas direcciones, animales varios moviéndose de acá para allá, gente esperando tirada en la estación, personas, familias enteras cruzando de cualquier manera las vías, animales sobre la vía como Pedro por su casa.
En algunas estaciones no encuentras claras indicaciones en inglés que puedan ayudarte para ver hacia dónde dirigirte, pero no tengas la menor duda de que siempre encontrarás  decenas de personas a las que preguntar. Mi consejo es preguntar a más de una porque les gusta parecer atentos y les cuesta reconocer que no saben algo, así que antes de decirte que no lo saben como respuesta te mandarán al andén que no es o te empujarán a subir al tren que tampoco te corresponde. Por fortuna, ya te lo aprendes y una vez a bordo sigues preguntando, quieren ayudar y como son tantos, siempre hay alguno que te dice que no es el tren correcto y que debes abandonarlo.

Afortunadamente las cabritas seguían ilesas cuando salí de allí

Cruzaban no necesariamente para subir a ese tren
Siempre que hayas sacado tu billete con tiempo, en las puertas de entrada al vagón aparece un listado con los nombres para que ya no quepa duda de que se trata del tuyo. 



Hasta aquí todo bien, y os preguntaréis para qué os estoy contando tanto rollo hoy o pero dónde esta esa pequeña diferencia que... Hijos míos, en el asiento. Tú vas andando por el pasillo y buscas el número que se corresponde con el de tu asiento. Siguiendo ese orden más o menos correlativo de números cuando vas a llegar al tuyo, ves un asiento cargadito de gente. Diriges una nueva mirada a tu billete como para darte ánimo -Ése no, anda- y en el fondo sabes que esa mirada al billete resolverá que es ése aunque tú desearas que fuese otro. Vaya, no, no te has equivocado, el número coincide. Adelante, con decisión -porque si no, después de haber pagado tu billete, harás un viaje de pie durante horas y no solo eso, además sentirás las miradas reprobatorias del resto hasta hacerte creer a ti misma que te has colado. -"Disculpen, creo que este es mi asiento".- Entonces rápido un par de indios mínimo te acecharán y te cogerán el billete sin previo aviso. La primera ocasión llegas a pensar, una equivocación, varias personas con el mismo asiento... Pero no, entonces ellos muy diplomáticamente se levantan -se levantan dos porque llegamos dos, no vayáis a creer que se levantan todos de vuestro asiento para dejároslo porque os pertenece- haciendo ese gesto que hacen "ladeando" la cabeza hacia el hombro derecho en señal de aprobación y se van de allí en busca de otro asiento y claro, ante ese gesto tú sin llegar todavía a dar un paso hacia tu sitio solo alcanzas a repetirlo del mismo modo, yo diría incluso que con un poquito de aflicción. En ese instante llegas a sentir -momentáneamente eso también es cierto- un sentimiento de culpabilidad, a pesar de que ellos no tenían billete y no solo eso sino que además desconfiaban de tu palabra al decir que te correspondía a ti el puesto.

Una vez llegas ahí siguen el resto de personas que seguramente carezcan también de billete dispuestos a charlar, eso siempre. Se marcan conversaciones donde o te haces la dormida o la muda para que puedan dejarte descansar al menos un poco o estás perdida. El caso es que en viajes cortos, donde no sabes dónde bajarte, les preguntas y rápido contestan porque están deseando ayudar, más que por el hecho de ayudar puede ser más bien por el hecho de saber más de ti -ya probablemente habrán averiguado de dónde venías, ahora les queda saber a dónde te dirijes-.

Si hacéis un viaje en tren por estos lugares, recordad, uno ahí con cautela, siempre hay que preguntar a varios, importantísimo, no olvidarlo para evitar veros en una estación perdida que no es la vuestra.

Hablan, si viene más gente todos nos agolpamos haciendo hueco para que quepa uno más -porque como decía al principio ellos se adoran pero no saben que una es tímida y necesita un poquito más de confianza- comen, preguntan, y comen, te ofrecen y vuelven a preguntar... y entra uno más para tomar asiento... Es un sinvivir, un viaje corto puede llegar a hacerse muy corto entre tanto trajín y un viaje largo puede parecer interminable precisamente por lo mismo... Y dará lo mismo que saques tu guía y te pongas a leer, ellos tratarán de interactuar contigo, te la cogerán para echar un vistazo, te la devolverán y... TE PREGUNTARÁN!

miércoles, 1 de febrero de 2012

Hogar, ¿dulce hogar?

Lo mejor de todo esto,es que no debía cogerme por sorpresa. Cuántas veces habré escuchado a gente que lleva viviendo hace más tiempo que yo aquí comentar el cómo están hechas las casas, -de mal, por supuesto. Vamos, como en España estos últimos años en los que levantaban un bloque de viviendas en 15 días- que cuando uno pasa unos días fuera siempre hay algo que se rompe o que no funciona -he de aclarar que eso tampoco es adivinar el futuro, ni ser un alarmista, es que aquí hay cosas en las casas que nunca han funcionado o que dejan de funcionar también mientras las habitas-. En fin, que no me quiero desviar del tema nada más empezar, que aquí es muy fácil pasar de uno a otro.



El caso es he estado unos días de vacaciones, de esas en las que vuelves mucho más cansada de lo que te vas. Qué digo cansada, agotada. Tras varias horas de vuelo vuelves con la sensación de suciedad, de querer deshacer rápidamente mochilas, empezar a poner cuanto antes lavadoras y darte una ducha de esas en las que vuelvas a sentirte LIMPIA, por dentro y por fuera, como en los anuncios de cremas hidratantes para el cuerpo. Lo que me gustará viajar... lo alto que puede llegar mi imaginación... No podía pasar de unas vacaciones estupendas a volver a esta realidad tan de golpe y porrazo. Hay que ver lo olvidadiza que puedo llegar a ser, a veces se me olvida que estoy en un lugar donde los sueños se hacen realidad. Así que dicho y hecho -Tanto seguir pensando en las vacaciones ¡tenía que haberme venido directamente con las chanclas!-. Ha sido abrir la puerta y de no haber sentido la humedad y el frío en el cuerpo que me han hecho despertar, hubiese pensado que seguía de vacaciones por la selva con piscina natural y cascadas incluidas. Y no era solo por el sonido del agua simulando el de una cascada, no no… es que había agua en casa… hasta la altura del tobillo. Y claro que me he acordado de mis compañeros, de aquellos especialmente que siempre me resaltan las bellezas de este país. Y claro, qué fortuna la mía con eso de que las casas estén mal hechas y el suelo no esté nivelado, que toda aquella agua se quedó recogidita en dos habitaciones.
  

Este era solo el comienzo

Ha sido llamar al dueño de la casa, ha venido su chico de servicio… ha atravesado la habitación más inundada a lo Indiana Jones -porque él sí llevaba sus chanclas al más puro estilo indio, siempre preparado para el monzón- y se ha dirigido directamente a la cascada, ha cerrado la llave y acto seguido se ha presentado el superlanlord (supercasero). ¿Y sabéis una cosa? En nada de tiempo aquí que se han presentado no uno, sino DOS fontaneros.
Creo que alguna vez ya he comentado que aquí para todo viene más de uno, uno trabaja el resto observa agachadito a su lado, como ofreciéndole todo su pesar por no ayudarle o vaya usted a saber. Entre cómo venían con las chanclas de sucias, verles salpicando las paredes mientras andaban sin cuidado como si anduviesen por la calle, volver a pasar dejando las huellas por todo aquello que todavía quedaba intacto... al principio me daban ganas de decir… ¡¡¡NOOOOOOOOO, DÉJENLO YA ME PONGO YO SOLA!!!!  pero al ver la rapidez con la que se presentaron, opté por dejar al dueño de la casa darles órdenes en hindi y relajarme, -es la solución a todo los problemas que puedas encontrar aquí, una vez te relajas llega un momento que todo se arregla, lo mejor es perder la noción del tiempo, cuando esté, estará, como ellos dicen, es el destino. Con todas las puertas abiertas de par en par achicando el agua y el frío que todavía hace en Delhi me he quedado pajarito, y por supuesto olvidome de la ducha y de deshacer rápidamente las mochilas…

Aquí iba empezando lo mejor, no llega a notarse el escaloncito de la habitación



En fin, el resultado es que la cascada cesó, tubería arreglada en mucho menos tiempo del que pensaba -que bueno, en el mundo real quizás no hubiera sido poco- y con la ayuda del gran Indiana que una vez atravesada la piscina a toda velocidad se puso a achicar el agua, ya parecía todo dispuesto.

Desde luego... ilusa que sigue siendo una, no os tengo también dicho a vosotr@s que aquí nunca se acaba todo? Pues claro que eso no es todo, como bien sabéis estoy en una ciudad que tiene un nivel muy cercano a superar todas aquellas Leyes de Murphy. Hice un par de fotillos a la charca - me corté de hacerlas entre tanto follón porque no era plan de sacar a los fontaneros sin pedirles permiso y en plena faena con la que teníamos encima-, y una vez todos se fueron ya sola en casa pensé en conectarme, hablar con mi familia, echarnos unas risas e informarles de que volví de nuevo sana y salva de otras vacaciones. Y por fin tocar este blog que tengo tan abandonado… peeerooo me vi escribiendo en Word para pasarlo al blog en otra ocasión porque… NO HAY CONEXIÓN, es más no sé cuándo la volveré a tener. Hogar dulce hogar.


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Y una vez contado esto y comparando, os aseguro que las veces que he necesitado un fontanero en España no me ha venido ese mismo día sino 2 o incluso 3 días después… aquí en unos minutos se presentaron!!! Porque aquí nunca se sabe, jamás dejan de sorprenderme, a veces les necesitas y tardan días o semanas y otras… lo hacen en el acto, será para que no nos confiemos y que simplemente nos dejemos llevar por el destino, que es lo que les guía a ellos, sin más.

5 días más tarde, he vuelto a tener conexión. Ayer unos técnicos vinieron a casa, -sí, habéis acertado, vino más de uno, vinieron 3 y uno de ellos me dijo "Madam, no working. Line is dead. Tomorrow" y se fue. Traducción algo así como "Señora, su línea ha muerto, no son horas, mañana lo volvemos a intentar". Y sí, vinieron hoy y gracias a ellos he podido dar algo de vida a esto. My line  is alive again!!! es decir, ¡¡¡Eureka, tengo línea!!!