miércoles, 15 de febrero de 2017

Un pequeño-gran inciso. Raúl Jiménez. Primo, va por ti (o tal vez por mí)


Aun espero un mensaje tuyo como este tiempo atrás cuando desaparecías y de repente con una leve mejoría volvías a escribir. Sé que tú mismo, pese a lo que escucharas, pensabas que te curabas hasta el final, siempre has sido un luchador, y eso es lo que transmitías a los de alrededor porque hasta yo te creía y hasta me permitía el lujo de enfadarme contigo a nuestra manera pensando que así sería.

Te echo de menos, un montón de veces al día. A dónde irán ahora nuestras bromas infinitas, qué hago ahora con ese tatuaje pendiente, con esas coñas y recuerdos que solo había compartido contigo. Siento que me han arrancado a mi hermanito de mala manera, no sé a quién podías haber hecho tanto mal para llevarte así, a quién le jodía tanto que fueras amigo de tus amigos, amante de tu familia, pendiente de todos en la distancia, siempre con el sentido del humor en alza, con esa ironía, iba a decir trabajando pero quizás mejor decir disfrutando de esa pasión para la que vivías las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Maldita sea la puta vida llevarte así, tan rápido, sin tiempo para reunirte con todos y con tantas cosas por vivir. Todos nos quedamos faltos de ratos contigo, nos has dejado huérfanos, familia y amigos sin saber hacia dónde tirar, sin habla, sin aliento. Demostraste hasta el final poder ocuparte de que todos y transmitirnos calma, no sé de dónde sacabas las ganas, la fuerza y energía.


Al principio no quería ponerme a buscar fotos tuyas pero ahora me gusta, aunque desearía tener más, me gusta recordarte con esa vitalidad, siempre con una sonrisa para mí... feliz con la vida, la muestra de cómo te sentías con ella aunque ella no te haya correspondido de la misma manera. Me quedo mirándote a los ojos... agrando las fotos para que me mires directamente a los míos... para preguntarte qué puedo hacer por ti. Iba temprano al gimnasio, te avisaba y te decía Venga, ponte las zapas que te llevo al gym, y me decías, Ready, dale duro. Corría y sentía que lo hacía por los dos, sintiendo que te llevaba a cuestas, capaz de salvarte de lo que fuera, hablándote Vamos que hay que seguir, que salimos de esta juntos,  pensando, que ese exceso de energía que liberaba de algún modo te llegaba y te ayudaba a reponerte como hablábamos, y pensábamos que esas eran las ganas que creaban ese plus necesario para superarlo. A veces me inventaba cuentos que después te escribía, de cómo iba liberando tu cuerpo por dentro de intrusos... cómo otras veces te explicaba cómo lo limpiaba... "Focus, focus, focus...", había que visualizarlo como cada partido, como cada entreno, como la vida misma pero no ha funcionado y ya no creo en nada. Me quedo rota sin ti, una parte de mí ha muerto. Siempre me he sentido unida a ti, como hermanos como solíamos declararnos porque es lo que has sido siempre para mí. He perdido al hermano al que amaba, a mi confidente, ese que me hacía reír cada vez que abría la boca o con solamente mirarme, porque así sabíamos entendernos y si me paro a pensar no se me ocurren momentos que no estén acompañados de cierta ironía o sentido del humor. Esa complicidad que manteníamos desde niños y que siempre nos acompañaba estuviésemos donde estuviésemos, y que no hubiese cambiado por nada.



Y por cierto, Joder, todo lo que he visto después en las redes, estás por todas partes, cabrón. Algo me consuela, al menos el tener la suerte de conocerte a través de los demás también, no todos dan esa
oportunidad a familia y amigos después de irse. 

Trending topic, manda narices...tú... Qué mala suerte que lo seas cuando no puedes verlo, que como me decía tu gran amigo Félix, pena no te dejaran resucitar unas horas para ver todas aquellas muestras de aprecio de tanta gente y desde tantos sitios distintos y poder despedirte de todos. Cuánto te hacías querer.





Te quiero primo, la vida ya no es la misma sin ti y no es solo un decir, lo siento cada segundo del día...desde que amanezco temprano como te hacía saber y esperando tus bromas por ello y por mil cosas más, cuando veo un comentario o leo una noticia. Era tan fácil entenderse contigo, era diferente.. Mucho muere contigo, Raúl. Gracias por decirme cosas bonitas hasta el final. No te merecías algo así, lo siento primo, ojalá hubiera podido darte una parte de mi vida, hubiera hecho lo que fuera por no haberte visto así. Eres lo más bonito que me ha ocurrido nunca. GRACIAS POR TANTAS COSAS, POR TU EJEMPLO. QUÉ PENA QUE SE VAYA UN TÍO GRANDE COMO TÚ TAN PRONTO, ME SUPO A POCO.


domingo, 16 de noviembre de 2014

El día que volé, sin alas y a lo loco.

Me ha costado decidir el título de esta entrada pues me tentaba la idea de escoger un título tipo "El día que me sentí una auténtica telavivi". Cualquiera de los dos pienso que puede ser acertado pero para una vez que vuelo por qué no dejarlo así.
 
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Y ocurrió -no os vayáis a creer...Que sí, que la sigo teniendo ;) -. Cuando hablo de sentirme una auténtica telavivi no me refiero al clásico de que me hayan robado la bicicleta. Mantener la misma bici en esta ciudad tras un año bien podría considerarse una hazaña, de ahí que nosotras nos queramos cada día más y que cada noche la mire fijamente a las ruedas con carita de enamorada y nos guiñemos ambas las buenas noches.
 
Para vuestra información, en Tel-Aviv puedes llegar a sentirte de aquí:
 
1. el día que te roban la bicicleta o
2. el día que te das un buen trompazo con ella.
 
Si todavía sigue conmigo, os podéis hacer una idea de lo que ocurrió, ejem ejem. Vamos, que mi bautizo consistió en efectuar un vuelo-voltereta. Así fue que volé. Mi primer vuelo sin motor. No volé tan alto como Juan Salvador Gaviota, pero sí que llegué a tener la sensación de que no me daba tiempo a recordar toda mi vida en esas décimas de segundo por mucho esfuerzo que realizase, aunque no por ello pensé en ningún momento en alargar el vuelo un poco más.
 
Fue una de esas veces que presientes que va a pasar, si no un día, otro. Observando que mis tiempos mejoraban diariamente, cada día salía de casa más tarde para llegar al trabajo, -sí, como una adolescente, tal cual-. Pero la casualidad hizo que ese día fuese despacio, atenta, sonriente y como la bicicleta rápido contagia ese buen carácter, fue al parar un motorista en el paso de cebra cuando levanté mi mano amablemente a modo de saludo para agradecerle su gesto y... Halehops! aunque podría haber resultado incluso romántico "Motorista mira a Cleta y los dos enganchados en esa mirada de agradecimiento-recompensa..." Pues no fue así, no. Mientras mi mano derecha seguía fuera del manillar y yo ya me giraba para mirar hacia adelante, justo en ese mismo momento mi rueda delantera acertó la muy.. "precisa", -digámoslo así-  a meterse en una rendija que no me dio tiempo a ver y donde ni hubiese pensado que la rueda cabría. Allí que entró hasta el tornillo de mitad de la rueda, se ancló y la parte trasera automáticamente se levantó, y ya no estoy muy segura de lo que ocurrió salvo que sentí perfectamente cómo daba la vuelta en el aire. Yo todavía casi volando, solo pensaba en cómo levantarme a toda prisa de ahí - tratando de evitar precisamente lo que ya tenía alrededor mío, una docena de chicos o incluso más, mirando y preguntándome si me encontraba bien. Alguno trataba de tirar de mi rueda bien encajada allí dentro intentando sacarla, otros de enderezar la cesta que había quedado hecha un acordeón. Agradecí tantas veces como pude a todos la ayuda recibida, pero YO ME QUE RÍ A IR o QUE LA TIE RRA ME TRA GA SE DE U NA VEZ.  Mi bici en cambio no parecía mostrar la misma prisa, ahí seguía encajonada. La muy - - ahí, atascadita....A mi la vergüenza empezaba a enfurecerme y a punto estaba ya de dejarla allí y salir corriendo cuando dieron un tironcito más y la sacaron. Tan lozana ella, con su cestita y todo y yo volví a sentir ese cariño tan especial que nos unía, que nos une. Después salí a toda velocidad de allí, tanta que lo que no sé es como no volví a caerme, palabra. Casi que me lo hubiera merecido.
 
Y así, señoras y señores, quedé convertida en la primera telavivi de cuantos llegados por aquel entonces conozco, y soy la única que mantengo en mi haber esa preciosa y fiel bicicleta, que ya menos va teniendo que ver con aquella primera foto que bien podía parecer de un día de Reyes.
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Y dejando por una vez mis bromas aparte -y sin que sirva de precedente- no quisiera despedirme antes sin hacer un elogio al carácter que percibí en aquel momento, en que no sucedió nada pero que sí podía haberse dado fácilmente, de los ciudadanos de Tel Aviv o de Israel en general. Agradecer a tantas personas como allí se acercaron rápidamente a ver cómo me encontraba e incluso ayudándome a sacar de allí la bicicleta -no digo el lugar exacto donde ocurrió por vergüenza a ser reconocida-... pero a todos ellos GRACIAS.

lunes, 21 de octubre de 2013

Regreso al futuro

Querido diario:

te he echado de menos todo este tiempo. Atrás quedaron mis vivencias con mis nada queridas palomas en Delhi, que acampaban a sus anchas en mi terraza a pesar de mi afanada lucha contra ellas, -para qué engañarnos, en un tiempo mi mirada contenida  auguraba, durante 24 horas al día, un "o ellas o yo"-,  y cuantas aventuras y desventuras más, que quién sabe si en algún momento a la luz saldrán.
 
India amiga, te echo de menos pero por fin vuelvo a caminar por las aceras y me echo a rodar en tu ausencia.
Solo para vuestra información os diré que por el momento, aquí,  no me he vuelto a cruzar con palomas de mirada desafiante.
 
Y así ocurrió. Después de un tiempo viviendo en antaño, me eché un sueño y amanecí en 5.774. Tal y como lo leéis, en todos sus sentidos. El primer día cuando llegué, veía a la gente en patinetes con motor y bicicletas eléctricas, terrazas en las calles, una playa limpia sin vacas de por medio, tráfico más bien fluido, supermercados, familias numerosas... Ahh nooo, que eso es más o menos igual en cuanto a cantidad de niños que me rodean a todas horas.Y cantidad de niños, y cantidad de niños y mira que hay niños, y es que, ¡tela con la cantidad de niños!!!  Para deciros que por las noches empiezo contando ovejas y cuando me quiero dar cuenta, ya bien entrada la madrugada, caigo en que sin querer he empezado a contar niños, nada como volver a las ovejas para coger bien el sueño.

Y como os iba diciendo, de repente, Rosh Hashanah 5.774? -Cáspitas, con razón decía yo que había avanzado tantos años, que me parecía todo tan nuevo, calculaba algunos cientos, tal vez algún mil pero 3.731 años de diferencia, ya decía yo que esto me parecía moderno, y no MO-DER-NO como hablaba tiempo atrás. Lo que me extraña es que haya sumado todos esos años y siga viva, me siento un poco gnoma, -a partir de ahora llámenme Lisa si quieren-.


Una de las primeras imágenes marcadas en Tel-Aviv- Patinetes por todas partes
 
 
Saltándome unas cuantas emociones y sorpresas de los primeros días de las que ya informaré en otra ocasión, de repente, vuelvo a tener una bicicleta. Aquí no me he sentido del todo persona hasta la fecha en la que me hice con una. Qué sensación, qué subidón de energía al ir por la mañana de nuevo al trabajo en bicicleta. Es subirme a ella y cambiarme el humor, sea el que sea se me vuelve mejor todavía. Y no digo a la vuelta... ya más tranquila, sí, señores y señoras, por qué negarlo, he sentido miradas cercanas, miradas que sentía en mi espalda a su paso, miradas que se clavaban... todos me miraban según pasaba, todos me miraban...  .. ¡¡¡la bicicleta!!! Y qué sensación, -entre nosotros, no sé cómo debe sentirse alguien que tenga un buen culo cuando se lo miren pero apuesto que no debe ser algo tan grande, ni maravilloso como lo que iba sintiendo por el camino ese primer día... Me daban ganas de contonearla a pesar de correr el riesgo y poder  llegar a perder el equilibrio-. Bici-señoras/es, señoras/es-mi bici, mírenla y sobre todo, respétenla.


 
 
 
 

sábado, 25 de mayo de 2013

La pornoducha

El agua juega un papel importante en este lugar donde me encuentro. Quizás por ello en varias publicaciones he hablado de ella; que si el monzón, que si el botón de cuando el agua se acaba, del agua que salía de los agujeros de un enchufe cuando se rompió una tubería. Un día más, aquí se ha.

El dueño de la casa ha establecido un sistema en el que ya no hay que dar al famoso "botón del agua" para cargar el tanque, en realidad no sé en qué consiste y casi que prefiero no saberlo. A veces aquí de cuanta menos información se disponga, mejor. A saber ahora de dónde toma el agua para que esto no ocurra, si es la misma agua la que sale una y otra vez. Que no, que no quiero saber.
 
Esto me ha dado confianza, ya no he de preocuparme de que pueda acabarse mientras estoy dentro de la ducha. Cuando una lleva unas semanas seguidas sin problemas a esa hora temprana del día, todavía medio dormida, se confía y ya no prueba a abrir el grifo antes de meterse sino que se mete directamente como si aquello fuese a funcionar a la primera. Una pena, hoy salía el agua sin fuerza, ni siquiera subía a la ducha, salía del grifo más bien un hilillo de agua, y me acordé de las jarritas que utilizan los indios para lavarse -ya hubiese deseado tener una a mi alcance, aun teniéndome que cubrir de paciencia a la hora de llenarla pero pudiendo disfrutar después gracias a ello, de un chorro en condiciones capaz de quitarme el jabón-.

En fin, a una le han inculcado desde pequeñita que hay que lavarse bien antes de salir a la calle e intenta cumplir con su cometido cada día. Ahí iba yo, acercándome más y más al grifo para tratar de aprovechar cada gotita que salía de forma que me permitiese asearme de una forma más o menos razonable. Una se enjabona bien, pero claro, luego viene el aclarado, ¡horror! Una hace todo lo posible para no desperdiciar una sola gota, agacharse, ponerse justo debajo del chorrito, moviéndose para un lado, se estira para el otro, de rodillas, "plegándose" con la intención de que el hilo vaya arrastrando el resto del jabón que debe todavía quedar por la espalda, apoyando sus nalgas completamente sobre el suelo de la ducha, intentando encogerse lo máximo que permite su cuerpo para que esas gotas de agua recorran la mayor extensión posible al menos hasta la cintura, antes de dejarlas caer por el sumidero sin remedio. Ya vendrán las extremidades inferiores, que a priori parecen ser obra más sencilla. Ayudándose a veces de las manos para recoger un puñadito de agua más grande y así echárselo con relativa fuerza para que arrastre un poco más de jabón.
 
Y claro, la mente de una, que no sé si es como todas, acaba maquinando y es que aquí a una mente como la mía es complicado hacerla parar y da, creedme, muuucho de sí. En un momento me vi en tal postura de rodillas, echando la pelvis y todo mi cuerpo como podía hacia adelante al mismo tiempo que volcaba la cabeza e inclinaba la parte posterior del cuerpo hacia atrás, de forma que hubiese cierta inclinación y a su vez mantenerla sin hacer que aumentase, tratando de que el cruce del agua a través de esa zona del cuerpo recorriese el mayor espacio posible, -todo esto medio retorciéndome para que también el agua se expandiese por el pecho- y pensé, -"Fíjate tú que esto fuese obra del dueño, que se entretuviese poniéndonos a prueba a los bobos occidentales para ver cómo tratamos de salir absurdamente airosos de cada uno de los experimentos que se le ocurren". Yendo más allá, podría estar haciendo un estudio, esto le permitiría conocer: hasta qué punto unos tienen, o no, paciencia; conocer los límites y ver hasta cuánto tiempo resiste el último antes de salir de la ducha convencido de haber conseguido el objetivo; e incluso saber  quién se lleva la palma, por la rapidez o dedicación, consiguiendo salir o bien enjabonado por darle igual, o -en este caso como parecía irme a mi la vida- llegar a salir -o creerse haber llegado a salir-, completamente desenjabonado.
 
Sí, así fue como a una situación, que cuanto menos malhumora un poco por la prisa de esas horas, acabé dándole la vuelta y sonriéndome una vez más, pensando que de haberme grabado alcanzando determinadas posturas que ni el yoga cabe proporcionar, sabe Dios que bien podría haberse montado una película erótica o cuántas visitas habría alcanzado de colgarse ese video... no tanto por la moi, como por la ridiculez postural que una puede llegar a alcanzar sin motivo realmente justificable.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Monzoneando

Qué maravilla de monzón, no llueve, ni si quiera jarrea, -aquí si me lo permitís diré que - "cubea". Tratandoos de explicar esto de algún modo, es como si todos nuestros seres queridos y no queridos, toda la gente que pasó por esta vida y luego decidió o decidieron por ellos dejarla, estuvieran ahí arriba aburridos y en épocas de sequía almacenasen cubos de agua, como en el cuento de La cigarra y la hormiga, para cuando una vez los tuvieran todos llenos, tirarlos desde arriba con muy mala idea sobre los que todavía vivimos. Así, sin parar, bien seguiditos, toda esa gente a la vez y sin organización alguna. Choca el agua contra las ventanas y suena igual de fuerte que cuando ésta toca el suelo. Cuando puedes verlo a cubierto el espectáculo es inmenso, a veces puedes ver hasta ese gran tamaño que alcanzan las gotas, algo así como si de cada cubo de agua surgiese una única gota.
 
Con una cámara corriente se puede apreciar el tamaño de las gotas
  
 

Foto del diario Hindustan Times
La suerte de esto es contar con una buena ventana que te permita ver cómo continua la vida en la calle. No penséis que porque llegue el "cubeo" la gente deja de hacer sus labores cotidianas, habrá quien pueda ponerse semiacubierto, pero aquí no se debe contar con encontrar un portal para cubrirse, aquí uno se abandona a su suerte, la vida continua.


Foto Hindustan Times
A mi al principio cuando llegué me sorprendía mucho ver a la gente en bici o andando totalmente calada como si no se diesen cuenta de que estaba lloviendo. Al ver al primero puedes llegar a pensar que alguno puede estar loco, cuando ya ves que todos van así piensas que la loca eres tú, una vez te toca a ti ir andando en pleno "cubing" te sientes una india más, no sé si abandonada a tu suerte. Misteriosamente una no se siente mal bajo la lluvia, es más ya puedes tener el peor de tus días que toda esa agua estrellándose contra tu cuerpo te hace sentir la mujer más feliz del mundo. Los niños se lanzan a la calle a mojarse, siempre riendo, echándose agua unos a otros, a veces se agachan jugando en los charcos que se forman y se bañan, algunos mayores van tirando de ellos de la mano mientras los pequeños dan patadas a los charcos haciendo saltar el agua por los aires y salpicando a todo el que se cruzan. Algo de lo más bonito de todo esto es el escuchar sus risas de fondo.
 
Olvidaos de las botas de agua, pueden resultar útiles cuando caen cuatro gotas y se forman pequeños charcos, de usarlas aquí el agua entraría por la parte superior dejando nuestros pies a remojo. Aquí se lleva andar descalzo o las chanclas, vamos, que ninguna diferencia con respecto al cambio de clima, es lo natural durante todo el año, incluso en los inviernos más fríos.
 
 
Foto del Hindustan Times
Así que una, aunque al principio trata de pensar en un calzado más apropiado que no se le haya ya ocurrido a esos 1300 millones de indios, rápido llega a la conclusión que lo mejor son las chanclas, como ya conocían los 1.300 millones de indios, solución que me hubiera bastado simplemente con observar. Y hasta aquí todo casi normal, ¿no? Entonces, ¿dónde está esa pequeña...?  Bien, allá vamos con esas pequeñas diferencias, claro que las hay, no es como en nuestra Galicia donde llueve pero existen conductos que guían el agua para que vaya "desaguando" cuanto antes y no ocurre como en Madrid que cuando llueve y no se han limpiado alcantarillas en años encuentras charcos en algunas zonas... no, aquí se forman verdaderas balsas de agua enormes e incluso me atrevería a decir que según las zonas hasta piscinas y ríos. Da igual cómo vayas, en ocasiones como existen tantos baches y desniveles importantes, agujeros...  pues incluso algunos coches se quedan parados donde menos puedas esperarlo y se forman grandes retenciones por toda la ciudad. A veces el agua alcanza niveles que llegan a las puertas de los coches y entre agua, barro y demás acaban dejando algunos coches en estado lamentable.
 
Y qué decir de esa sensación de cambiarte tus zapatos y calzarte las chanclas cuando mirando el cielo ves que el monzón se avecina, en esta época son imprescindibles en tu bolso. Cuando caminas en época de monzón, ya llueva o acabe de llover, tu vista recorre ávidamente todas las opciones posibles según avanzan tus pasos. Tu mente lanza frases cortas a velocidad del rayo, Fango no... Charco que no sabes lo que cubre, no... Cruza, Corre, vuelve a cruzar que esto está peor...  Cuidado con el coche, te salpicará,... Vaya, cruza otra vez... Atasco... Dónde hay hueco... dónde hay hueco... a tomar por culo, pido fango... Sí, a esas velocidades mentales tú acabas escogiendo fango porque piensas que del charco desconoces el fondo y no sabes hasta dónde acabarán tu pie o tus piernas cubiertos así que, probablemente acabarás mojándote los pantalones y sin realmente conocer hasta dónde llegará aquello. Las calles no son rectas y el asfalto si lo hay deja mucho que desear, vamos, que te buscas una caída dándote un buen remojón en cualquier momento. En esas decisiones rápidas, eliges fango... porque piensas que simplemente "ver o intuir el fondo" es ya de por sí una ventaja. Ese lodo, mezcla de barro, agua, esos papeles, esa basura, esas... por qué no, a veces aquí también hay excrementos, pero una vez una da el paso no puede volver a atrás salvo que lo vea muy muy muy mal, porque al fin y al cabo las anteriores son opciones que ya descartaste por verlas peor, así que adelante. Una planta ahí bien el pie, de repente, coño, pensaba que intuía el fondo pero no, una pone su primera pisada y aquello como que se hunde un poco, sale agüilla que no esperabas y el barro te tapa si no los dedos el talón, y si no ambos, avanzamos, otro pie y te ves al final, hundiendo tus pies, cubriéndolos de lo que sea y más o menos a un ritmo rápido, también abandonada, una vez más, a tu suerte como ellos, recibiendo el monzón en pleno careto y cuerpo que están empapados, y mágicamente sonriendo como hacen ellos. Una no sabe si a nuestros admirados y queridos indios les choca más el vernos de esa guisa -porque los guiris, sobre todo al inicio suelen llevar inútiles paraguas que no pueden hacer nada ante el monzón o elementos similares- o les llama más la atención vernos como ellos mismos, pasados por agua. Ellos sonríen, desconozco si porque entre ellos en esos momentos se sonríen igualmente unos a otros o porque al cruzar miradas todos nos sonreimos en señal de solidaridad. Pero en cualquier caso, haber pisado por donde hayas pisado, haberte untado de lo que te hayas untado, no saber cómo te llegaron trocitos de barro al bolso que lo llevabas bien arriba, ni al resto de la ropa o incluso a la cara... todo lo ocurrido queda atrás porque la satisfacción de sentir caer el agua sobre tu cuerpo entero con esta rendición llega a convertirse en un auténtico placer -que no calvario-, mayor sin duda cuando no tienes que acudir a alguna cita y ocurre a la vuelta a casa aunque aquí nunca se sabe, amigos.
 
Foto del Hindustan times
 
 
Si nuestros amigos los indios siempre sonríen, las sonrisas del monzón son de lo más grandiosas. Expresan una felicidad a la que no creo que lleguemos el resto de los mortales.

martes, 31 de julio de 2012

Una carrera que se hizo realidad en un día SIN VERGÜENZA


Desde niña siento impulsos de probar pequeñas cosas que aunque al alcance de la mano de todos, algunas veces víctima de la timidez, como que una tuviera que permanecer a la espera del momento justo para disfrutarlas. Por fortuna todo finalmente llega, no hay nada como desearlo y hacer ese momento realmente tuyo. Gracias a ello también puedo percibir perfectamente la existencia de días en los que una se levanta sin vergüenza, y qué queréis que os diga, es lo que más me gusta en este mundo, tener días así, días SIN VERGÜENZA.


En India como que apetece hacer más cosas -y con tantos millones de habitantes estamos como para perder la ocasión-, aunque algunas veces la inhibición se hace tu fiel amiga y no se te separa ni a sol... ...ni a sol, aquí si existe la sombra todavía no he dado con ella, la mayoría de los lugares en India, arden, que no os cuenten milongas.

En la celebración de Dusshera del año pasado surgió uno de esos días... -Llegó el momento esperado por todos, sí, claro que sabéis continuar la frase- SIN VERGÜENZA, -Si lo cogéis al vuelo, os conoceré yo- en la que estaba sola y había tanto ambiente en la calle, que necesitaba salir y participar como el resto. Bailé, me reí, charlé con unos pocos lugareños y además me veía con tanto ánimo que sentí la necesidad de hacer alguna llamada para compartir con alguien más un momento tan emocionante. Todavía me acuerdo entre tanta música y tanto jolgorio, de un chavalín que iba con su padre recogiendo botellas de plástico. Me cuesta evitar algunos cruces de miradas con tanta vida de fondo y me parecía un día de celebración para todos, nos hicimos cómplices en seguida, por un momento transformamos ese trabajo duro en una especie de juego. El padre o la persona que lo acompañaba llevaba un brazo vendado y tiraba como podía del carro que transportaba con la ayuda del chaval, había muchas botellas que iban quedando por los suelos, entonces aunque para él no lo era en absoluto y era la manera de ganarse la vida, me puse a recoger botellas con él como jugando a ver quién de los dos iba más rápido o era capaz de llevar más botellas en las manos. Cuando hacía que iba a llegar yo antes a tirarlas al saco se partía de risa, recuerdo el brillo de sus ojos casi cegados por el cansancio. Cuando fueron quedando menos botellas y entre canción y canción que sonaba por aquellos estrepitosos bafles, si divisaba alguna, le miraba y moviéndome al ritmo de la música rápido  entre la gente me hacía hueco, alargaba la pierna para acercar alguna y se la señalaba con los ojos mientras él corría como una lagartija a cogerla por el pequeño espacio que nos habían dejado. No le cambias la vida pero puede que aquí esos momentos se agradezcan también por la otra parte, no deseo pensarlo para mi, desearía que fuera así por ellos aunque no lo recuerden nunca más, solo el haber vivido ese rato como algo que le ha hecho salir de esa dura rutina.


Desde que ando por aquí algo que me iba apeteciendo era llevar un ciclorickshaw, por darme una vuelta y por llegar a ver la reacción del rickshero, ese paso de llevar siempre carga a ir en el asiento trasero para otra cosa que no sea dormir o esperar a que salga algún cliente.


Al abrir los ojos esa mañana sabía que me había despertado SIN VERGÜENZA, no sinvergüenza que es otra cosa y aunque pueda haber deseos alguna vez de esos, no era el caso del otro día. Iba muy atenta a todo lo que pasaba a esas horas por la calle, es cuando empieza a crearse la emoción del nuevo día, hay mucho movimiento en la calle pero no llegaba yo a encontrar el momento de explayarme hasta que salí del gimnasio. Ese subidón que tienes a esas horas en el gym en el que llegan a faltarte las ganas de salir sabiendo que ha llegado la hora porque tienes un deber con el que cumplir, el trabajo. Fue salir a la calle, dar un par de pasos y encontrarme un rickshero que estaba tratando de aparcar el triciclo, lo movía hacia adelante, hacia atrás, no parecía encontrar el hueco justo. Era jovencito, y como estaba yo cachonda y crecidita, empecé a hablarle con gestos como hacen ellos. Primero subí la cabeza con un movimiento que traducido sería algo así como un "Eh,tú", seguido del de ellos favorito, movimiento caída corta de cuello lateral al hombro y hacia adelante que señalaba el asiento de atrás que bien podría ser traducido como un... "Venga, súbete ahí". Nos mirábamos a la cara, y él contesta moviendo la cabeza de lado a lado, como yendo a tocarse un hombro sin tocarlo y al otro como un par de veces. Qué complicado, yo podría aventurarme a leer ahí un "No" pero a la vez me decía, no creo que me haya entendido a la primera, porque por mucho que yo quiera hacerme entender, ellos sí tienen códigos que yo no llego a comprender o a los que aplico una traducción propia. No importa, hoy tengo tiempo me dije,  esto tiene que quedar clarito, porque no me va a robar la idea del día, que me he levantado SIN VERGÜENZA y esto no pasa todos los días. Vuelta a empezar. Levantamiento de cabeza, señalo con la cabeza el asiento de atrás y con el dedo índice sin apuntar con mala leche le señalo a él y seguidamente el asiento de atrás, a lo que sube y baja agachando la cabeza hacia adelante en señal de "¿eh?" Eso ya me indicaba que empezaba a funcionar nuestra relación. Luego me vio que cogía al manillar, dominando la situación haciendo por ocupar el sillín. Allí él se sentó muy amablemente atrás y parecía seguir asintiendo a su forma y además ya sonriendo, parecía que le molaba la idea. Bajó de repente haciéndome creer que la explicación no había resultado ser tan sencilla como yo había creído. Me equivoqué, era para ayudarme y retirar una cuerdecita que tenía atada al freno y cogida al manillar que supongo que lo dejaba a modo de freno de mano para cuando descansaba que no se moviera.















Ahí empezó la acción, lo realmente divertido, la prueba de que los días SIN VERGÜENZA hay que disfrutarlos. Cauta dejé pasar autobuses, coches y demás para realizar la maniobra de cambio de dirección, él un poco nervioso ante lo que debía considerar mi actitud pasiva -yo creo porque ellos simplemente se lanzan- yo le miraba para transmitirle un "Tranquilo, conduzco yo. Todo bajo control ¡Agárrate!" Tres ruedas, das pedales... coño, ¿qué dificultad encontráis ahí? Aparentemente ninguna, ¿no? pues lo mismo que yo. Fue subirme y darme impulso con una pedalada, y yo que dirigía el manillar apuntando con la rueda delantera al frente veo que la reacción de la bici era de tirar para la derecha, comprenderéis que había cuanto menos para preocuparme porque me estaba yendo hacia el centro de la calzada con todos los vehículos varios que pasaban por todas partes pitando, y como eran pocos... los autobuses, los carros, las motos, los autorickshaws con motor, las bicis, la gente, los perros... Me sentía llevando uno de esos carritos del super que van siempre hacia un lado y en los que tú en vez empujar hacia adelante acabas empujando para el lado contrario para tratar de que el carro tire para el frente. Igual, ahí estaba mi ciclo, llevándome la contraria  y avanzando contra toda lógica donde yo no lo mandaba. Rápido traté de girar a la izquierda casi con un "manillarazo" para irme acercando a mi lado izquierdo, aún así la parte de atrás seguía tirando hacia la derecha, más que un triciclo unido parecía un trailer cuyo remolque cobrara vida propia. En fin, me fui dando cuenta que moviendo el manillar a derecha e izquierda a poquitos y de forma seguida iba tirando lo más recto posible. Síííí, le cogí el truco, en nada dominaba la situación, tanto que de vez en cuando frenaba un poco para preguntarle al de atrás si iba bien a lo que el tipo asentía. Qué ganas de tocar el timbre, ellos no paran mientras conducen y yo quería mostrarme profesional. Los que tiraban de carros miraban a veces, puede que ellos toquen los timbres a distinto ritmo y tengan su propio significado, a eso yo no había llegado pero sí que notaba que miraban, me miraban mucho y cuando parecía que iban a pasar de largo, me miraban, frenaban y miraban mejor a parte delantera y trasera del vehículo. Algunos se frenaban y se ponían al lado durante una parte del camino para ver si era cierto lo que veían. Pasaron varios autobuses y coches de esos hasta los topes de niños que van al cole,  graciosísimos, gritando solo sabe Dios qué, sacando sus cabecitas por las ventanillas y riéndose... Esas risas de los niños que nos alargan años de vida a los mayores. Con alguna gente yo trataba de no mirar porque aunque ese día era un día de los que me gustan una tiene esa gilipollez de emocionarse rápido y no me apetecía ponerme roja y esas cosas, no era de lo que se trataba. Pero ahí seguí, saludando a los niños de los buses y tocándoles el timbre, preguntando a mi chico de atrás si iba bien. Al llegar a mi destino, no paré justo al lado de casa, claro, el "landlord" podría morir de un ataque al corazón, parece un tío "importante", me quedé a una distancia prudencial mientras que la gente me rodeaba el ciclorickshaw y hablaban hindi entre ellos, por desgracia no les podía entender. Los niños se reían y los papás igual, ese día me parecían tan divertidas las risas de los mayores como las de los niños, actuaban del mismo modo, con inmensa naturalidad. Al llegar miré a todos y le dije al chavalín que 100 rupias por la carrera, él levantó la cara y haciendo que iba a pagar ante sorpresa de todos. Hasta que ya cuando saqué yo el dinero para dárselo teníamos a la gente totalmente entregada, parecía una obra de teatro ya ensayada. El chaval se portó fenomenal, era comiquísimo, son los momentos en los que piensas que no sabías que ibas a estar tanto tiempo y quizás deberías haber aprendido a decir algo en su lengua, una pena, solo pude despedirme haciendo una reverencia que desconozco si ellos llegaron a entender. Un gran día, debería institucionalizarse. Imaginaos que todos hicieran esto alguna vez, además de hacer ejercicio, no agotar al pobre que carga habitualmente con decenas de personas y bultos al día, y eso en un día de suerte porque en el fondo no podemos engañarnos y es su trabajo. Sería muy bonito, pasaríamos por ello y veríamos que no es algo tan sencillo, que deberíamos tratarles un poco mejor no como escoria. Gracias joven rickshero, podrías llegar a ser un buen actor estando en otro lugar.

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La historia la he repetido con un hombre adulto. He comprobado que la cuerdecita del freno, es un clásico en las bicis, sirve para que no se les mueva una vez que aparcan, -para la próxima no lo olvido y lo retiraré yo solita-. El señor no ha sido cómico como resultó el anterior, primero sorprendido y sin querer ceder al primer intento, después un compañero charló con él, entiendo que diciéndole "es la loca del otro día, tú pasa, el pequeño contó que después le pagó la carrera igual". A lo cual, el señor mayor accedió. Él no participaba de la misma forma, más bien tenía una expresión de cierto... "no saber qué coño hago yo aquí" pero al acabar y rodeado de niños y padres de nuevo esperando a los buses escolares varios, sonreía tímidamente mientras le hacían preguntas como si fuese el héroe del día. Qué sensación más bonita para empezar la mañana. Estos tipos son muy grandes pero muchos aquí todavía no parecen haberlo descubierto.

lunes, 25 de junio de 2012

¡Ay Pakil!

Si India te complica la vida tú tienes que tender a simplificarla. Las distancias en esta ciudad nos matan, son distancias que en tantos otros sitios podrías recorrer a pie, pero aquí son un mundo y te hacen perder mucho el tiempo. El tráfico es tremendamente caótico. Utilizas medios de transporte insanos donde te vas comiendo los humos del resto de los vehículos y en épocas de calor llegas sudando a todas partes. El caso es que si a eso le sumas la falta de aceras, lo difícil que resulta caminar entre vehículos varios y la de tiempo que vas montada en tanto medio de transporte, acabas sin mover un dedo y eso rápido tiene consecuencias nefastas para el cuerpo, creedme.

Puedes intentar correr por el barrio hay zonas verdes siempre cerca aunque no sean muy grandes. Como todo aquí tiene sus pequeñas que no insalvables complicaciones, a esa buena voluntad que tienes de levantarte bien temprano, a pesar de las altas temperaturas que ya existen a esas horas, habremos de sumar el tener que emplear cuantos métodos llegues a desarrollar para lograr despertar al segurata nocturno y que te abra la puerta de tu casa, el ir esquivando montoncitos de basura varia, algún quiebro para sortear algunos perros que se cruzan en tu camino y ya no os digo cuando te encuentras en tu recorrido monos... Hale, con esos ha llegado la hora de salir del parque y buscar otro nuevo recorrido.

Hay gimnasios que podrían ser adecuados, de esos que te pueden hacer pensar que estás en Europa o USA peeeero esos nunca están al lado de casa. Como lo que necesito es tiempo hice una búsqueda exhaustiva por mi barrio. Madre del amor hermoso si hubiera hecho fotos en alguno de ellos... El olor andaba entre sudor y comida, sí, comen allí mismo, donde se tercie, sin ventilación alguna... habitaciones pequeñísimas y aparatos con la espuma salida de la funda como poco. Cierto es que esto no ayudaba mucho, la verdad. Si ves uno que sube un poco el nivel es porque tiene alguna máquina más... tampoco mucho es que sea mucho más grande pero joooo es que hay aire acondicionado... no huele mal... ves que algo limpian... Tampoco van a sacar brillo, empiezo a considerar que ellos tienen algo así como alergia a lo limpio. Qué hubiera sido de nosotras sin esa gran generación española de nuestras abuelas o nuestras madres que abrían las ventanas de par en par toooda la mañana, poniendo la casa patas arriba para limpiarlas a conciencia cada día... Aquí esa generación no llegó, aquí todo se ve bien -o más bien lo que es el polvo no se ve- el polvo es un elemento decorativo más. Digamos que para estar aquí he encontrado un gimnasio más o menos decente... para ser solo medio decente os diré que tiene un precio que dobla a uno nuevo de Madrid abierto al ladito de mi casa y que en espacio debe llegar a cubrir como la décima parte. En fin, no quería pasar por ese timo pero era eso o seguir cogiendo kilos como una vaca de cualquier otro país, que no de aquí.

Qué bien. He dado con un entrenador que no me hacía pensar en mi querido Iván de Madrid. Es una monada, yo diría que tiene un toque tierno -pero entre nosotras confesaré que creo que me odia-. No recuerdo que me hayan hecho sufrir como él. Me da tanta caña que algún día he llegado a casa casi arrastrándome, y he acabado arrastrándome una vez tirada en la cama, tremendo. Parece que no puedes más, pero ahí está él, solo dice los números en inglés, no entiendo nada más de las palabras que puedan salir de su boca por muy atenta que quiera estar a cada una de ellas pero eso sí... siempre lo dice con una sonrisa que te hace perder el conocimiento. Es riquísimo aunque todo lo rico que es lo transforma en odio hacia mi. Cuando ve cómo me voy de hecha polvo... me sonríe otra vez. Que ve que sudo horrores siempre encuentra algún ejercicio que me haga sudar más y vuelve a sonreirme. Un día pensé que me dejaba las piernas allí y le dije: "I have two legs, Pakil, -me acuerdo fácilmente del nombre porque mi padre se llama Paco y quieras o no, relacionar con otro nombre un nombre indio, ayuda- I´m nearly forty, you are very young and you will not understand me, but believe me, I need to conserve both legs for the rest of my life". Intentaba decirle "Mira Pakil, estoy destrozada y hasta las narices de esa puta sonrisa que me echas continuamente, por muy mono que seas. He empezado en este gimnasio con dos piernas, y por tu padre quiero conservarlas. Ando cerca de los 40, -sí, me pongo años, es la primera vez en mi vida que lo hago, pero es para ver si así me respeta un poco más-, así que por favor, quiéreme un poquito alguna vez y no me lo pongas tan complicado. Pakil, hijo mío, que cuando salgo de aquí, no puedo con la vida." A lo que a poco que me hayáis seguido, ya os imagináis la respuesta de Pakil con ese gesto echando su cabecita dulce hacia ese maravilloso hombro tan bien formado para que una vez te derritas ante ese movimiento, volver a atacar con su sonrisa, sonrisa que desearías que quitara pero que a la vez te da la vida. Y sin saber cómo, todas esas barbaridades que parece que le vas a decir, se transforman en tu boca al más puro estilo quinceañero perdiendo los papeles hacia el chico o la chica que te gusta "Sí, Pakil ¿50 más? Claro que sí, y 100 abdominales más si tú me lo pides. Y lo haces como si tuvieras de repente 21 años... y una vez sales por la puerta del gym y sin avisar te vuelven de golpe los otros 20 restantes  y sientes cómo se van desprendiendo cada una de las partes de tu cuerpo y piensas: Mañana me impondré a Pakil, y le diré 4 cosas, no puedo seguir a este ritmo, ya no soy una jovencita.

Y ahí ando, en un gimnasio donde a penas existe el espacio libre entre personas y máquinas, donde algunas señoras van con sus vestimentas indias tan poco prácticas para ejercitarse, algunos señores con sus turbantes y curiosamente sin perderlos en ningún movimiento, un gimnasio donde los lugareños en hora punta se lanzan a la carrera cuando ven que una máquina se queda libre. Pero es lo más, todos haciendo ejercicio a ritmo de canciones de bolliwood y donde siempre que te giras siempre hay alguien que te sonríe. (Y, donde en cuanto me paro un momento aparece Pakil, dispuesto a enseñarme ejercicios nuevos con tal de que no pare. Gracias Pakil, aunque a veces seas tan duro conmigo pero sigue sin olvidar echarme una sonrisita de vez en cuando. ¡Guapo!).

Ay mi Pakil, con lo que a mi me gusta y qué poco me entiende...