sábado, 25 de mayo de 2013

La pornoducha

El agua juega un papel importante en este lugar donde me encuentro. Quizás por ello en varias publicaciones he hablado de ella; que si el monzón, que si el botón de cuando el agua se acaba, del agua que salía de los agujeros de un enchufe cuando se rompió una tubería. Un día más, aquí se ha.

El dueño de la casa ha establecido un sistema en el que ya no hay que dar al famoso "botón del agua" para cargar el tanque, en realidad no sé en qué consiste y casi que prefiero no saberlo. A veces aquí de cuanta menos información se disponga, mejor. A saber ahora de dónde toma el agua para que esto no ocurra, si es la misma agua la que sale una y otra vez. Que no, que no quiero saber.
 
Esto me ha dado confianza, ya no he de preocuparme de que pueda acabarse mientras estoy dentro de la ducha. Cuando una lleva unas semanas seguidas sin problemas a esa hora temprana del día, todavía medio dormida, se confía y ya no prueba a abrir el grifo antes de meterse sino que se mete directamente como si aquello fuese a funcionar a la primera. Una pena, hoy salía el agua sin fuerza, ni siquiera subía a la ducha, salía del grifo más bien un hilillo de agua, y me acordé de las jarritas que utilizan los indios para lavarse -ya hubiese deseado tener una a mi alcance, aun teniéndome que cubrir de paciencia a la hora de llenarla pero pudiendo disfrutar después gracias a ello, de un chorro en condiciones capaz de quitarme el jabón-.

En fin, a una le han inculcado desde pequeñita que hay que lavarse bien antes de salir a la calle e intenta cumplir con su cometido cada día. Ahí iba yo, acercándome más y más al grifo para tratar de aprovechar cada gotita que salía de forma que me permitiese asearme de una forma más o menos razonable. Una se enjabona bien, pero claro, luego viene el aclarado, ¡horror! Una hace todo lo posible para no desperdiciar una sola gota, agacharse, ponerse justo debajo del chorrito, moviéndose para un lado, se estira para el otro, de rodillas, "plegándose" con la intención de que el hilo vaya arrastrando el resto del jabón que debe todavía quedar por la espalda, apoyando sus nalgas completamente sobre el suelo de la ducha, intentando encogerse lo máximo que permite su cuerpo para que esas gotas de agua recorran la mayor extensión posible al menos hasta la cintura, antes de dejarlas caer por el sumidero sin remedio. Ya vendrán las extremidades inferiores, que a priori parecen ser obra más sencilla. Ayudándose a veces de las manos para recoger un puñadito de agua más grande y así echárselo con relativa fuerza para que arrastre un poco más de jabón.
 
Y claro, la mente de una, que no sé si es como todas, acaba maquinando y es que aquí a una mente como la mía es complicado hacerla parar y da, creedme, muuucho de sí. En un momento me vi en tal postura de rodillas, echando la pelvis y todo mi cuerpo como podía hacia adelante al mismo tiempo que volcaba la cabeza e inclinaba la parte posterior del cuerpo hacia atrás, de forma que hubiese cierta inclinación y a su vez mantenerla sin hacer que aumentase, tratando de que el cruce del agua a través de esa zona del cuerpo recorriese el mayor espacio posible, -todo esto medio retorciéndome para que también el agua se expandiese por el pecho- y pensé, -"Fíjate tú que esto fuese obra del dueño, que se entretuviese poniéndonos a prueba a los bobos occidentales para ver cómo tratamos de salir absurdamente airosos de cada uno de los experimentos que se le ocurren". Yendo más allá, podría estar haciendo un estudio, esto le permitiría conocer: hasta qué punto unos tienen, o no, paciencia; conocer los límites y ver hasta cuánto tiempo resiste el último antes de salir de la ducha convencido de haber conseguido el objetivo; e incluso saber  quién se lleva la palma, por la rapidez o dedicación, consiguiendo salir o bien enjabonado por darle igual, o -en este caso como parecía irme a mi la vida- llegar a salir -o creerse haber llegado a salir-, completamente desenjabonado.
 
Sí, así fue como a una situación, que cuanto menos malhumora un poco por la prisa de esas horas, acabé dándole la vuelta y sonriéndome una vez más, pensando que de haberme grabado alcanzando determinadas posturas que ni el yoga cabe proporcionar, sabe Dios que bien podría haberse montado una película erótica o cuántas visitas habría alcanzado de colgarse ese video... no tanto por la moi, como por la ridiculez postural que una puede llegar a alcanzar sin motivo realmente justificable.